Coloridas fachadas le cambian el aspecto a El Bajo

Coloridas fachadas le cambian el aspecto a El Bajo

Los vecinos celebran que se hayan recuperado los frentes de antiguas casas, aunque opinan que falta mucho para revertir el abandono de la zona.

DE A POCO. Los pinceles ya pasaron por la pared y luego pintarán la persiana. LA GACETA / JOSE NUNO DE A POCO. Los pinceles ya pasaron por la pared y luego pintarán la persiana. LA GACETA / JOSE NUNO
07 Abril 2008
El atardecer cae sobre El Bajo. El gris del pavimento ya no se funde con las sobrias y arruinadas viviendas antiguas que pasaban inadvertidas en la zona. Al levantar la vista, despiertan colores vivos: amarillos, azules, celestes, morados y rosas. Y se mezclan con un espíritu nostálgico, que remonta a las viejas épocas de valses criollos, de trenes, de boliches; un espectáculo al que cada día llegaban cientos de habitantes del interior y de inmigrantes para convertir al lugar en un verdadero crisol de razas.
Han pasado muchos años. Pero El Bajo sigue siendo la zona que conserva la mayor cantidad de fachadas originales de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Es por eso que la Municipalidad de la capital ha decidido revalorizar las viviendas del sector.
Al estilo de "Caminito", en Buenos Aires, los pinceles ya pasaron por unos 14 inmuebles de El Bajo. Los habitantes de cada vivienda eligieron los colores que querían para sus fachadas. Además, se rescataron los detalles artísticos que formaban parte de los coloniales frentes.
Los vecinos celebran la colorida renovación que se le imprimió al sector, aunque admiten que todavía falta mucho para sacar adelante a la zona. "El Bajo registra demasiados años de decadencia. Esto se convirtió en una inmundicia; está lleno de vendedores ambulantes, de prostíbulos y de gente de mal vivir", se quejó Hilda Robles, que vive en la zona desde hace 60 años.
Desde que la terminal de ómnibus ya no funciona en El Bajo, un sembradío de vendedores ocupó el sector. El olor a frituras envuelve la zona y se mezcla con el ruido de los bocinazos de los autos rurales y de los ambulantes que ofrecen productos. Las paredes interiores de los bares parecen caerse. Sobre las mesas de chapa, hay algunas botellas de cervezas vacías, pocillos de café y sándwiches de milanesa. Algunos negocios, que permanecen con luces tenues, ofrecen tragos, música y otros servicios, a cualquier hora.
Hay quienes no quieren que ese folclore que caracteriza a El Bajo se pierda. "Estamos acostumbrados a trabajar así. Aquí se ve mucha pobreza; pero vivimos de eso. Estoy de acuerdo con que se pinten los frentes de las casas antiguas, pero no nos favorecería que sacaran a los ambulantes para convertir a esto en un espacio cultural", explicó Raúl, que trabaja en un bar del pasaje Sargento Gómez, ubicado entre avenida Benjamín Aráoz y calle Charcas, donde el municipio arregló los frentes de 10 fachadas.
"Estas casas estaban desperdiciadas y son hermosas construcciones de hace 100 años. Sería lindo que también arreglen las veredas y que la vieja terminal sea parquizada, para mejorar el aspecto. También deberían llevar a los ambulantes a otro predio", sostuvo José Basualdo, de un local de Sargento Gómez 40, que funciona en una vivienda antigua.
Basualdo comentó que la mayoría de las casas ya no conservan su estado original en el interior. "Y muchas también han sido reformadas en su fachada. Creo que con este proyecto se le dará un toque especial a la zona", remarcó. Coincidió con él Martín Valdiviezo, quien trabaja en un bar cercano. "Las mejoras son necesarias. Pero dudo que se pueda cambiar el ambiente de El Bajo", sostuvo.

Paisaje inigualable
Sobre la avenida Benjamín Aráoz primera cuadra, los operarios municipales comenzaron a pintar tres viviendas y el bar "El Chavo", uno de los más antiguos y tradicionales de El Bajo. Esto, junto al imponente edificio ubicado en la esquina de 24 de Septiembre y Sáenz Peña, que hace dos años fue pintado de color mostaza, regalan a la vista un paisaje urbano inigualable.
Raúl Gómez, encargado del bar El Chavo, destacó que se haya ordenado el cableado aéreo que había en la zona. A pocos metros del negocio, un intenso violeta llama la atención. Es el frente de una casa de principios del siglo pasado, donde funciona una talabartería. El dueño del local, Emilio Alvez, reconoció que el color lo impresiona un poco todavía. "Pero está bien que se recupere esta zona, que estaba muy venida abajo y tenía mal aspecto. Esto es algo histórico y, además, es la entrada a la provincia. Creo que si se revaloriza todo puede ser un buen atractivo para el turismo", sostuvo.

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