"La universidad no es fábrica de profesionales"

"La universidad no es fábrica de profesionales"

Graciela Assaf de Viejobueno es una de las impulsoras de la cátedra abierta Juan Pablo II, que organiza la Pastoral Universitaria.

09 Septiembre 2007
Nacida en Jujuy, Graciela Assaf de Viejobueno es una de las tantas tucumanas por adopción que llegaron atraídas por la oferta universitaria de los años 60, y a las que la vida las terminó arraigando en la Provincia. Abogada de profesión, Graciela afirma que se siente más cómoda frente al aula que transitando los pasillos tribunalicios, o investigando los temas que más la inquietan, como el de la necesidad del diálogo entre fe y razón en estos tiempos de cierta confusión. Esas son, precisamente, algunas de las cuestiones sobre las que se viene reflexionando en la cátedra abierta Juan Pablo II, que impulsa la Pastoral Universitaria, y en la que participan tres de las cuatro universidades con las que hoy cuenta Tucumán.

-¿Qué es la cátedra abierta Juan Pablo II?
-No tiene la estructura tradicional de una cátedra: no hay docentes que la integren. Pretende tratar los grandes temas de actualidad, aquellos que salen al paso día a día, y a los que muchas veces los programas de las universidades no dan respuestas. Es un espacio plural, en el cual maestros y docentes, creyentes y no creyentes, se juntan para pensar las grandes cuestiones. Pertenece a la Pastoral Universitaria, y están representadas la Unsta, la UNT y la Facultad Regional Tucumán de la UTN. Como nos preocupa la cuestión de la Universidad, hemos decidido pensar en este marco a la Universidad como objeto de estudio. La cátedra abierta empezó en 2005; y el viernes y sábado próximo realizamos una actividad sobre “La Universidad del Siglo XXI”. Será en la Unsta, 9 de Julio 165, y disertará el doctor Joaquín Migliore (UCA y Universidad Austral). Luego habrá un panel a cargo de los doctores Pedro Wenceslao Lobo y Carlos Fernández. El sábado se trabajará en comisiones, habrá un plenario y una síntesis, a cargo del Equipo de Pastoral Universitaria. Todo lo que hacemos lo hacemos camino al Bicentenario. Queremos saber dónde estamos parados. Y, como Universidad, analizar dónde estamos parados significa revisar los pensamientos de tres nombres fundacionales de la Universidad: Ernesto Padilla, Rougés y Juan B. Terán.

- ¿Cuál es, para usted, la misión de la Universidad?
- Tenemos que rescatarla a la universidad como espacio intelectual. Porque la Universidad   no es una fábrica de profesionales. La finalidad de la Universidad debe seguir siendo el conocimiento. La Universidad, para mí, sigue siendo la comunidad de docentes y de alumnos en busca de la verdad.

- ¿Por qué la excelencia universitaria de Tucumán no se refleja en una mejor calidad de ciudadanía?
-Tucumán ha perdido el liderazgo que tuvo en el Norte, y que fue la aspiración de Juan B. Terán. No olvidemos que el escudo de la UNT incluye a todas las provincias del Noroeste, y la pretensión era que Tucumán irradiara en el Noroeste, como en algún momento lo fue, hasta que en los años 60 comenzaron a crearse universidades en todo el país. También incide la cultura del medio. Hoy, las universidades son como la Cenicienta del conocimiento. Creo que, en parte, lo que nos pasa es que en esta sociedad estamos llenos de medios, pero con mucha confusión sobre los fines. Si no sabemos hacia dónde vamos, tampoco podemos echar mano de los medios adecuados para llegar a un fin determinado.

- ¿Cómo es su experiencia en una universidad católica privada y en una estatal?
- Yo amo la Universidad estatal porque ahí me formé. Y tengo vocación docente; yo hice una opción por la docencia. Pero tengo mi corazoncito en la Unsta, porque es la caja de resonancia en la cual yo puedo puedo volcar mi pensamiento, mi matriz cristiano. No es que haga una disociación. Creo que el gran problema actual es hacer una disociación entre fe y vida; o entre ciencia y fe. Yo soy coherente, y en ambas universidades enseño lo mismo. Los programas que tenemos en la universidad estatal son pluralistas, porque están todas las líneas de pensamiento. Pero una no se puede despojar de lo que una es.

-¿A los jóvenes les interesa la Filosofía?
-Creo que, como dicen por ahí, todo hombre es naturalmente filósofo. Todo depende de que el profesor les toque esa cuerda que los haga vibrar. Yo siempre le pido a Dios que me ilumine para poder decirles algo que les pueda servir en sus vidas a esas 300 almas que están frente a mí. Independientemente de la materia que una enseña, lo que se busca es formar a personas. Por la docencia podés infundir algo en el alma de otro. Así como existe la experiencia estética, la experiencia intelectual es igualmente poderosa.

-Acaba de nacer una nueva universidad privada, y laica ¿cómo ve este nuevo espacio?
-Primero, me parece auspicioso que nazcan nuevas instituciones. Creo que enfatizan en el hecho de ser laicos para diferenciarse de la Unsta, que es dominica y confesional. Yo creo que no hay que acentuar tanto la división entre lo laico y lo creyente; porque así como a los creyentes nos acusan muchas veces por ser dogmáticos, yo creo que hay cierto dogmatismo laico. El laicismo puede convertirse en un dogma. La realidad tiene distintos niveles; y el nivel religioso forma parte de la realidad del hombre.

-¿Cómo hace la Unsta para convivir en el pluralismo?
-Es, precisamente, plural. Siempre, tratando de guardar coherencia con el pensamiento del magisterio de la Iglesia. Porque debe haber un diálogo entre razón y fe. Como dice Juan Pablo II en una Encíclica muy linda, “Fides et Ratio”, la fe y la razón son las dos alas del espíritu.

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