La educación es la gran prioridad del presente

La educación es la gran prioridad del presente

Acaba de comenzar el período lectivo de la provincia de Tucumán. Los establecimientos escolares, silenciosos durante tres meses, vuelven a llenarse de bullicio y de actividad. Y los educandos, con muchas o con pocas ganas, encuentran que ya ha terminado la despreocupación feliz de las vacaciones.

Es hora de abocarse a estudiar. Recomienza ese ciclo que tiene tan puntuales comienzo y fin, como las cuatro estaciones; y que para la inmensa mayoría de niños y adolescentes, constituye durante unos cuantos años la única obligación seria que se les exige cumplir a diario. El momento parece oportuno para consignar una de esas reflexiones que, no por conocida, está menos necesitada de una periódica reiteración.

La educación constituye el gran reto de la actualidad y del futuro, que viven tanto la Argentina como el mundo en general. Cada día parece más evidente que toda comunidad que no enfoque su máxima inquietud en la educación de sus menores, está fatalmente destinada a que el veloz carro de la historia la postergue definitivamente, en este tercer milenio que vamos transitando.

Esto se halla vinculado estrechamente al gran problema de la desocupación contemporánea. Sabemos que, como lo revelan de sobra las estadísticas y sus proyecciones, el futuro muestra que cada día será más difícil encontrar un empleo, si el interesado en obtenerlo carece de la formación que la actualidad le demanda implacablemente. En otras palabras, cada vez existirá menos interés, en los empleadores, por captar al personal no formado.

Y la cuestión es que por las exigencias modernas, la formación requerida deberá ser cada vez más sólida y más profunda. En tal criterio, habrá de resultar tan inútil el que no tiene formación alguna, como el que la posee superficial y deficiente. El mundo moderno rechaza de plano ese “más o menos”, que antes distaba de constituir un obstáculo invencible.

Está a la vista de todos, el hecho de que en nuestro país, por distintas razones, cada vez la educación parece más escasa, en cuanto a resultados efectivos. Cuando se conversa con los adolescentes, es notorio que –al menos en una gran mayoría de casos- al terminar el ciclo secundario dan la impresión de ignorarlo todo, aparte de leer y escribir “más o menos”.

Bien lo saben los profesores universitarios, a quienes deja perplejos comprobar que más de una década de clases no parece haber dejado nada, en la mente de quienes se matriculan para iniciar estudios superiores. Es como si algo no funcionara, desde hace ya tiempo, dentro de la educación argentina.

Hay muchos argumentos para justificar ese cuadro: la crisis económica, la docencia mal pagada, los cambios profundos en las costumbres, la desatención paterna, la influencia de las computadoras y de la televisión, más un largo etcétera. Sea como fuere, es el terreno donde resulta urgente operar un cambio y obtener resultados distintos. Formar a nuestros niños y nuestros adolescentes, debe ser asumido como un imperativo de la máxima prioridad.

Nunca se insistirá demasiado en que es el cerebro donde reside el máximo capital de un pueblo, más que en la potencia de sus industrias, ya que son los cerebros los que las crean y las hacen funcionar. Tener muy en cuenta todo esto y obrar en consecuencia, suena como la reflexión más adecuada cuando se reinician las clases.

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