Un chocolate por un beso

09 Jul 2017
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Un chocolate por un beso

Hace un par de días terminó la ya tradicional “Semana de la Dulzura”. Su origen data del invierno de 1989, cuando una de las empresas más importantes del rubro, junto a la Asociación de Distribuidores de Golosinas, tuvieron la iniciativa de promover que cada año, del 1 al 7 de julio, intercambiáramos “una golosina por un beso”.

Si bien la propuesta surgió, obviamente, con el objetivo de aumentar las ventas, llegó a popularizarse y hoy, casi treinta años después, son muchos los que aprovechan la excusa para regalar chocolates. Y así, de paso, recibir algunos besos…

Alimento divino 

El chocolate ha sido considerado el afrodisíaco por excelencia. Para los aztecas, era el alimento de los dioses. De ahí que se cuenta que Moctezuma tenía la costumbre de beberse unas cuantas tazas condimentadas con chile antes de enfrentar a su harén.

La conexión del chocolate con el deseo y el placer no es arbitraria: tiene su base científica. Entre sus componentes se encuentran sustancias que son liberadoras de placer. Una de ellas -la feniletilamina- es sintetizada por el cerebro cuando las personas se enamoran y también durante el orgasmo. La anandamida produce bienestar general, además de colaborar a mejorar los niveles de dopamina (sustancia vinculada con la excitación y el placer sexual). El triptofano también se encuentra en el chocolate: un aminoácido precursor de la serotonina, la cual se relaciona con el humor y el placer en general (de ahí que al chocolate, además, se le adjudiquen propiedades antidepresivas). La teobromina también está presente y actúa estimulando los músculos del corazón y el sistema nervioso (base orgánica clave en la función sexual).

Por otra parte, el chocolate ayuda a que nos mantengamos alerta –entre otras cosas, por contener cafeína-, alivia el cansancio y ayuda a liberar endorfinas. Por algo era el alimento obligado de los soldados en la Segunda Guerra Mundial.

¿Un placebo?

Si bien es cierto que el chocolate contiene todas estas sustancias, algunos expertos sostienen que sus propiedades afrodisíacas responden más a una suerte de leyenda: la proporción no sería suficiente para los efectos que se le atribuyen.

De todas maneras, también es verdad que el sentir un alimento tan rico y cremoso derritiéndose en la boca, nos impregna de una sensualidad propicia (sobre todo, si estamos bien dispuestos). Por eso muchas personas lo incorporan como parte del menú en las veladas románticas o como juguete erótico en forma de pintura corporal.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.