Instinto sexual

24 Jun 2017
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Instinto sexual

Es frecuente escuchar hablar de “instinto” en relación con las conductas humanas: instinto materno, instinto de vida, instinto sexual… En realidad, este término es más adecuado para describir ciertos comportamientos animales caracterizados por ser innatos, automáticos, repetitivos, fijos y orientados a la supervivencia de la especie. A diferencia de los seres humanos, un animal en celo no tiene “dolores de cabeza” ni problemas de erección y no hay depresión post parto que aleje a la hembra de su función de amamantadora.

De todas maneras lo sexual ha estado -y sigue estando- fuertemente asociado a lo “instintivo”, “natural” y “espontáneo”. A aquello que, en cierto modo, “nacemos sabiendo”, por lo que unas pocas referencias anatómicas y recomendaciones de cuidado deberían bastar para que nos movamos… como pez en el agua.

Un arte

En realidad, lo que es espontáneo -hasta cierto punto- es el deseo: la atracción puede despertarse -lo queramos o no- en respuesta a un estímulo. Un cuerpo desnudo, unas palabras sugerentes, una caricia, son capaces de provocar una reacción involuntaria de nuestro organismo, una fantasía en nuestra mente, que genere “ganas” de tener una relación sexual. Pero lo que sigue de ahí en más dista mucho de ser automático y puede llevarse a cabo de infinitas maneras. Constituye un verdadero arte que, como tal, puede mejorarse con la práctica. Pero no sólo por la acumulación de experiencias sino también por aumentar nuestros conocimientos sexuales (y, a partir de allí, el conocimiento de nuestro propio cuerpo). Para esto contamos con muchísimos recursos: guías, libros, videos, blogs, grupos de reflexión, talleres, por nombrar sólo unos pocos ejemplos.

Culpas y ansiedades

La correlación entre educación sexual y niveles bajos de culpa se ha comprobado hace tiempo. Por eso, liberarnos lo más posible de la culpa que siempre rodea en alguna medida al sexo resulta clave para una vida sexual satisfactoria. Además, el nivel de información guarda una relación inversamente proporcional al grado de ansiedad sexual (de ahí la importancia del componente educativo en las terapias para tratar las disfunciones sexuales).

Algunas personas piensan que aprender sobre este tema constituye una especie de artificio que atenta contra la “magia” de los encuentros, que pretende desentrañar su misterio. Se trata, sin duda, de otra expresión más del mito del “instinto sexual”. En realidad, los hechos indican que, al igual que ocurre con otras habilidades, los buenos amantes no nacen sino que se hacen.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.