06 May 2017
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Atribuciones

Todos necesitamos encontrar explicaciones, causas y motivos para nuestras conductas, las de los otros y para lo que ocurre alrededor nuestro. Creer que entendemos la realidad nos tranquiliza porque nos hace sentir de alguna manera “preparados” para actuar en el mundo, relacionarnos con los demás, anticiparnos a posibles contingencias, etc.

Estas explicaciones han sido llamadas por los investigadores “atribuciones” y las construimos en virtud de múltiples factores, siendo, desde luego, algunos más ajustados a la realidad que otros. Nuestra propia experiencia, de hecho, tiene un papel crucial. Por ejemplo, podemos considerar que nuestra pareja es confiable -o no- basados, en buena medida, en cómo han sido otros antes o, incluso, en cuán confiables somos nosotros mismos (por eso algunos sospechan de las personas excesivamente celosas). 

El poder de las atribuciones

Lo curioso es que, según se ha comprobado, podemos llegar a crear una conducta en otra persona a través de nuestras atribuciones. Un experimento interesante realizado en una escuela norteamericana se hizo eligiendo al azar a un grupo de niños de inteligencia promedio y diciéndoles a sus maestros que, según habían sido evaluados, estaban dotados de una inteligencia superior. Al cabo de unos meses, los investigadores observaron que esos niños habían empezado a mostrar una mayor creatividad y mejorado su rendimiento significativamente. Al parecer, las preguntas, intervenciones y respuestas que estos alumnos daban en las clases eran atribuidas por los docentes a su supuesta genialidad: una mirada altamente positiva que hizo que los chicos, efectivamente, se volvieran más inteligentes.

Esta regla se aplica muy bien al mundo de las parejas. Por eso la “admiración” se consigna como un rasgo fundamental en las relaciones satisfactorias: si tenemos al lado a alguien que reconoce y valora nuestras virtudes, lo más probable es que tendamos a comportarnos de una manera que confirme la percepción que el otro tiene de nosotros. Y, análogamente, las atribuciones negativas pueden conducir a las personas por el mal camino.

Negatividad peligrosa

Las atribuciones negativas con frecuencia llevan a una pareja desdichada a ser aún más desdichada. En realidad, casi todas las parejas advierten el comportamiento negativo de su compañero/a con más facilidad que el positivo (y que los propios errores, por supuesto…), pero en las parejas infelices esto va un paso más allá. Y es que, frente al traspié de una de las partes (por ejemplo, el olvido de un aniversario), se le atribuyen las peores razones: ya sea culpabilizar -“es su culpa, debería tener esa fecha grabada en la memoria”-, lo cual impide examinar la propia conducta y ser más comprensivos (todos podemos tener un olvido, quizás hay otras cosas que lo tienen preocupado, etc.). Interpretar lo ocurrido como algo estable (“siempre el mismo, nunca va a cambiar”), lo cual se traduce en que ninguno se sienta motivado para esforzarse en mejorar las cosas. O, lo que es peor, tener el convencimiento de que se trata de algo intencional (“me lo hace de gusto”). Por eso es importante que las personas que tienden a hacer atribuciones negativas tomen conciencia de ello y estén en guardia: si miran más de cerca podrán ver que en muchas situaciones su propia imaginación proyectada en el otro es la que empeora las cosas, la que les agrega un sufrimiento extra. 

Por su parte, las atribuciones positivas pueden tener un costado perjudicial (como cuando niegan lo evidente: una infidelidad, por ejemplo). Pero también es cierto que a través de ellas es como la gente mantiene vivo el amor: al igual que dejar de amar a alguien, seguir amándolo se construye con una cantidad sorprendentemente grande de fantasía… y a lo largo de toda la relación y no sólo en los comienzos, como se pensaba antes. Así, una buena cuota de “idealización” que sostenga una suerte de ilusión respecto del otro y del vínculo juega un papel muy importante en los amores duraderos.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.