09 Abr 2017
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Viudas

Por algún movimiento mal calculado, todos nos hemos golpeado el codo alguna vez. Y al hacerlo, sentimos una especie de corriente eléctrica, un dolor agudo, intenso y punzante. Lo curioso es que este calambre tan molesto dura pocos segundos y, una vez que pasa, la normalidad se restablece por completo. La sabiduría popular lo ha bautizado “dolor de viuda” porque, aseguran, duele mucho pero dura poco. ¿Será así?

En realidad no existe, lógicamente, un protocolo que indique cuál es la duración del duelo y cuándo –y cómo- la viuda debe “volver al mundo”: no sólo al mundo de las reuniones familiares o sociales, sino al de los “solos y solas”. Es decir, al de los que están dispuestos a conocer personas nuevas, tener citas, encuentros sexuales, enamorarse, armar una pareja…

Vida de viuda

Un aura diferente rodea a la mujer que enviuda respecto de la que se ha separado. Si bien las dos quedan “libres”, disponibles para una nueva relación, sobre la que ha perdido al marido recae una mirada social diferente. En contextos muy tradicionales existe una creencia arraigada, casi un tabú, y es que las viudas no están interesadas en el sexo. Quizás las que se libran de este estigma son las jóvenes (siempre que no tengan hijos muy chicos, en cuyo caso los amigos y parientes suelen dar por sentado que, por un buen tiempo, se dedicará por completo a su rol de madre y padre).

Pero lo frecuente es que las que pasan a este estado civil no sean tan jóvenes ni tengan hijos tan chicos. Situación que las hace cargar, además, con los prejuicios que desaprueban la sexualidad de las mujeres maduras.

Lamentablemente es común que hijos e hijas grandes se opongan en forma más o menos explícita a que su madre, llegado el momento, se disponga a entrar en el ámbito de las parejas. De hecho, algunos llegan a convertirse en verdaderos tiranos, convencidos de que sus opiniones son las que cuentan. Y lo hacen impulsados por diferentes motivos: el deseo de proteger a la que se ha quedado de pronto sin su compañero de años, el sentimiento de que sería traicionar al padre, los prejuicios sociales (el famoso “qué dirán”), los temores económicos, la aversión a la idea de una madre sexualmente activa y las propias frustraciones (a la viuda se le presenta la oportunidad de empezar de nuevo, mientras ellos, quizás, están atrapados en relaciones infelices), por poner algunos ejemplos.

Lo esperable es que los pares –hermanos/as, cuñados/as, amigos/as- sean más flexibles y comprensivos con este tema. Son los más apropiados, de hecho, para oficiar de celestinos (pero ojo: tampoco están exentos de los celos, los prejuicios y las actitudes reprobatorias).

 

Una decisión personal

 

Desde luego, no es obligación que una mujer cuyo marido ha muerto se fuerce a buscar una pareja. Algunas no se sienten -o no se sentían desde antes- demasiado interesadas en el sexo (aunque más de una recuperará el interés). Un grupo dirá que no les atraen las perspectivas románticas y que su vida afectiva pasa por las amigas, los hijos, los nietos, la familia de origen. Otras quieren destinar su energía a un proyecto nuevo, pero que no involucre potenciales candidatos: un emprendimiento, hacer servicio, jugar un deporte, aprender un idioma o alguna otra cosa que estaba relegada, viajar…

Por otra parte, existe una realidad: los hombres –siempre hablando de heterosexuales- suelen tenerla más fácil: hay más solas que solos y un rango de edades más amplio los favorece a ellos. Pero también, como es bien sabido, todo es cuestión de actitud: mantener una mente abierta es la única manera de ampliar el mundo social y, por lo  pronto, hacer uno que otro amigo para salir a tomar un café, ver una película, dar un paseo. Algunas experimentarán por primera vez la amistad con un hombre y pueden llegar a sorprenderse de la riqueza de ese intercambio.

En todo caso se trata de una decisión personal, que no debiera estar condicionada por temores, mandatos sociales o imposiciones de otros (así sean de las personas más queridas). En una palabra, lo justo y saludable es que el “cómo sigo de ahora en más” responda al genuino deseo de la persona que, a fin de cuentas, vivirá esa vida.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.