Socios
Una pareja, sobre todo cuando se trata de una
relación estable y comprometida que convive, constituye una sociedad. El hecho
de estar mutuamente implicados para la toma de decisiones, la distribución de
tareas, los espacios propios y compartidos, los proyectos, etc. conlleva
beneficios y responsabilidades, como toda sociedad.
Al respecto, el famoso psicólogo sudafricano
Arnold Lazarus –ya fallecido- postulaba que la idea de que toda pareja “debería
ser una sociedad 50/50” constituía una creencia popular tan aceptada como
cuestionable. En realidad, si pensamos en el largo camino que han recorrido –y
aún deben recorrer- las luchas por la conquista de derechos de las mujeres, en
contra de la opresión patriarcal... parece de lo más sensato pronunciarse a
favor de la fórmula “mitad y mitad”. Igualdad, libertad y democracia resuenan
como sinónimos altamente deseables en una pareja. Por lo mismo, consigna
Lazarus, “a menos que las cosas se compartan igualmente –divididas justo por la
mitad- se asume que existirá una explotación”. Y prosigue: “El debilitamiento
de los roles rígidos hombre-mujer y de los estereotipos de género refleja
indudablemente un progreso. Sin embargo, la aplicación errónea de las
divisiones 50/50 y la noción de que la participación conjunta es necesariamente
justa y deseable ha llevado a muchas parejas por el mal camino”.
El planteo políticamente incorrecto de este
brillante terapeuta de parejas es, en realidad, sumamente atendible. Y es que
en el afán del 50/50 puede pasarse por alto un hecho evidente: los seres
humanos, aunque iguales en valor, también difieren entre sí. Tenemos distintas
habilidades, costumbres, preferencias, ritmos, etc. Por eso, bajo ciertas
circunstancias, 60/40, 70/30, 75/25 o cualquier otra combinación puede ser
mucho más funcional y beneficiosa para cada uno y el vínculo que el
supuestamente ideal 50/50. En este sentido, para algunos, los convenios
desiguales pueden promover un sentido de equilibrio y armonía (siempre, por
supuesto, que ambos estén de acuerdo).
De este modo, hay muchas parejas que asumen una
proporción decididamente desigual, porque lo prefieren así. Este es el caso de
las asociaciones del 90/10 respecto de las tareas de la casa, del pago de las
cuentas y la administración del dinero, o de la planificación de las vacaciones.
Como es evidente, existe más de una forma
correcta y eficaz de entenderse en una vida de a dos: “lo que realmente
satisface a una pareja y produce genuino afecto, interés y respeto, podría ser
completamente destructivo para otra”, señala Lazarus. Este tipo particular de
vínculo es, sin dudas, todo un arte, para el que difícilmente puedan
establecerse reglas universales y válidas para todos. “Cada pareja es un mundo”
resulta una frase tan trillada como cierta.