05 Mar 2017
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Socios

Una pareja, sobre todo cuando se trata de una relación estable y comprometida que convive, constituye una sociedad. El hecho de estar mutuamente implicados para la toma de decisiones, la distribución de tareas, los espacios propios y compartidos, los proyectos, etc. conlleva beneficios y responsabilidades, como toda sociedad.

Al respecto, el famoso psicólogo sudafricano Arnold Lazarus –ya fallecido- postulaba que la idea de que toda pareja “debería ser una sociedad 50/50” constituía una creencia popular tan aceptada como cuestionable. En realidad, si pensamos en el largo camino que han recorrido –y aún deben recorrer- las luchas por la conquista de derechos de las mujeres, en contra de la opresión patriarcal... parece de lo más sensato pronunciarse a favor de la fórmula “mitad y mitad”. Igualdad, libertad y democracia resuenan como sinónimos altamente deseables en una pareja. Por lo mismo, consigna Lazarus, “a menos que las cosas se compartan igualmente –divididas justo por la mitad- se asume que existirá una explotación”. Y prosigue: “El debilitamiento de los roles rígidos hombre-mujer y de los estereotipos de género refleja indudablemente un progreso. Sin embargo, la aplicación errónea de las divisiones 50/50 y la noción de que la participación conjunta es necesariamente justa y deseable ha llevado a muchas parejas por el mal camino”.

El planteo políticamente incorrecto de este brillante terapeuta de parejas es, en realidad, sumamente atendible. Y es que en el afán del 50/50 puede pasarse por alto un hecho evidente: los seres humanos, aunque iguales en valor, también difieren entre sí. Tenemos distintas habilidades, costumbres, preferencias, ritmos, etc. Por eso, bajo ciertas circunstancias, 60/40, 70/30, 75/25 o cualquier otra combinación puede ser mucho más funcional y beneficiosa para cada uno y el vínculo que el supuestamente ideal 50/50. En este sentido, para algunos, los convenios desiguales pueden promover un sentido de equilibrio y armonía (siempre, por supuesto, que ambos estén de acuerdo).

De este modo, hay muchas parejas que asumen una proporción decididamente desigual, porque lo prefieren así. Este es el caso de las asociaciones del 90/10 respecto de las tareas de la casa, del pago de las cuentas y la administración del dinero, o de la planificación de las vacaciones.

Como es evidente, existe más de una forma correcta y eficaz de entenderse en una vida de a dos: “lo que realmente satisface a una pareja y produce genuino afecto, interés y respeto, podría ser completamente destructivo para otra”, señala Lazarus. Este tipo particular de vínculo es, sin dudas, todo un arte, para el que difícilmente puedan establecerse reglas universales y válidas para todos. “Cada pareja es un mundo” resulta una frase tan trillada como cierta.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.