Mi amigo gay II

12 Feb 2017
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Mi amigo gay II

Resulta curiosa la facilidad con que las personas establecemos normas y categorías en nuestro contacto diario con la realidad. Los estudiosos de la mente humana sostienen que necesitamos proceder de esta manera por motivos prácticos: el mundo se mueve a una velocidad tal que no podemos detenernos a analizar todo, por lo nos urge actuar con rapidez, colocar lo que tenemos al frente en algún cajón… así podemos estar tranquilos, sintiendo que “ya sabemos” de qué se trata (lo desconocido nos genera inquietud, temor, angustia). El problema no es tanto esa mala costumbre, sino lo mucho que nos cuesta reacomodar los cajones aún cuando disponemos de datos nuevos que refutan nuestra percepción inicial.

Un buen ejemplo de estas limitantes categorizaciones lo constituye la creencia popular que sostiene que los hombres gays y los que no lo son –o las lesbianas y las hétero- no pueden entablar una verdadera amistad. Una idea intrínsecamente errónea, fundamentada en prejuicios homofóbicos. Esos que tanto cuestan todavía erradicar. 

Buenos consejos

Una amistad atravesada por la diversidad –ya sea de orientación sexual o de otro orden- tiene mucho para aportar a un vínculo y al crecimiento de quienes lo cultivan. Por eso cada vez más personas buscan amigos/as fuera de la comodidad de sus grupos del mismo género y de la misma orientación sexual.

En este sentido, la posibilidad de intercambiar consejos es una de las razones que explican la atracción entre las mujeres heterosexuales y los hombres gay a la hora de las confidencias. Como existe la creencia –desde luego discutible- de que un amigo heterosexual puede tener otras intenciones cuando aconseja a una mujer, muchas desconfían y prefieren, si de asuntos románticos se trata, acudir a quien no estará condicionado por deseos sexuales respecto de ellas ni querrá secretamente competir con el candidato en cuestión (si bien este último punto bien puede tener sus excepciones, más amenazantes pueden resultar las amigas hétero, a fin de cuentas).

Análogamente, el mismo asesoramiento “imparcial” podría también contabilizarse como un punto a favor de la amistad entre hombres gays y héteros: el ser confidentes regulares de las mujeres coloca a los primeros en una posición de privilegio para orientar a quienes quieran conquistarlas. Por otra parte, los “straights” bien pueden ofrecer sus propios puntos de vista a un amigo que no tenga su misma orientación sexual y hasta operar de celestinos desinteresados si se les presenta la oportunidad.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.