Prácticas sexuales II

21 Ene 2017
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Lot y su familia dejando Sodoma, óleo de Rubens

Sexualidad implica, entre otras cosas, comunicación. Se trata de una de las formas más íntimas de tomar contacto con un ser humano, de expresar lo que sentimos, de expandir nuestro yo. Como es obvio, el principal instrumento del que se vale esta comunicación es el cuerpo, a través de un infinito abanico de posibilidades. Y es que todo el cuerpo es sensible y erótico: susceptible de ser estimulado, de dar y proporcionar placer.

Sin embargo, cuando se habla de relaciones sexuales anales, muchas personas se sienten incómodas, perturbadas y sorprendidas. Aparecen, de un modo u otro, sentimientos negativos: desconfianza, aversión, temor y, en general, el rechazo y la condena a priori.

Esta actitud obedece, por un lado, a la idea culturalmente arraigada de que el sexo “normal” es el vaginal; es decir, el reproductivo (aunque se utilicen métodos, un resabio de esta asociación persiste). Y por otro, a su conexión con la homosexualidad masculina, que pone en alerta la paranoia homofóbica de más de uno.

Diversos nombres

El término con el que tradicionalmente se hizo referencia a esta práctica es el de “sodomía”. Una filiación que ha contribuido a demonizarla: la palabra remite ni más ni menos que a Sodoma, una de las ciudades condenadas por Yahvé, dada la desenfrenada perversión de sus habitantes, tal como se menciona en el Antiguo Testamento. Según el Génesis, los pecados del pueblo sodomita se habían agravado a un extremo irreversible, llegando una turba a sitiar la casa de Lot con el propósito de echar mano de dos de los varones que en ella moraban.

Una expresión más poética es la de los antiguos chinos: “llevar la rama florida a la luna llena”. Los naturales de la India, en cambio, la bautizaron “congreso bajo”. Y el curioso término inglés utilizado durante el siglo XVIII puede traducirse como “navegar por el canal de barlovento”.

Desde tiempo inmemorial ha existido esta práctica entre heterosexuales, en todas partes del mundo y no sólo con fines anticonceptivos. Muchas mujeres romanas empleaban este método; una de las paredes interiores del palacio del emperador Tiberio está pintada con escenas muy reveladoras al respecto. Ejemplos similares se encuentran en las pinturas sepulcrales etruscas y en muchas obras de alfarería de la América precolombina. Por otra parte, las prostitutas más refinadas de la antigua Grecia, las “hetairas”, eran famosas por su habilidad en estas artes.

Aberraciones

Aunque resulte increíble y aberrante, aún hoy existen muchos países –principalmente en África y Asia- con una legislación expresa contra estas prácticas (ya sea entre hombres o entre mujeres y hombres), con condenas que van desde una multa hasta latigazos, prisión e incluso, la muerte.

Por este lado del mapa, en 1965 tuvo lugar uno de los últimos procesos judiciales en Estados Unidos, cuando un habitante de Indiana admitió haber incurrido en estas conductas con su esposa, por lo que fue condenado a tres años de prisión.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.