01 Oct 2016
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Los pechos constituyen algo vital para la gran mayoría de las mujeres respecto de la aceptación y valorización de su cuerpo. Y aunque su forma y su tamaño a lo largo de la historia y las culturas se han estimado de diferentes maneras, es muy común escuchar disconformidades en ambos sentidos: mientras las muy “dotadas” quisieran tenerlos más pequeños, las “chatas” buscan aumentar el talle de sus corpiños. Ocurre que este rasgo físico está investido de un gran simbolismo erótico. De hecho, los primeros contactos entre los amantes suelen involucrar besos y caricias en los pechos. Sin embargo, se cree que esta relevancia no les correspondió siempre, sino que ocurrió por razones evolutivas: cuando el ser humano adoptó la postura erguida, las mamas ocuparon el lugar de disparador sexual que tenían las nalgas mientras andábamos en cuatro patas (aunque, como es sabido, éstas no perdieron del todo su atractivo).

Corsetería antigua

En la antigua Roma existía un procedimiento para sostener los pechos, la mamillare, un tipo de sostén primitivo, que se parecía a una banda que pretendía moderar los que eran excesivamente grandes y, en general, evitar que se cayeran. Pero en realidad los actuales corpiños son un invento francés: brassière significa “protector del brazo” y de allí viene el nombre en inglés con que inicialmente se popularizó esta prenda: bra. Los franceses le llaman, en cambio, soutien-gorge, que se traduce como “sostiene-gargantas”.

A fines del siglo XVIII la corsetería dejó de estar de moda y los senos se mantenían erguidos gracias a unas especies de bolsillos que iban cortados en el mismo traje. Una costumbre que resultaba desfavorable para las que no tenían mucho, lo cual explica la creación en esa época de los postizos de cera.

Sobre gustos…

En la Edad Media estaban de moda los bustos pequeños. Se consideraba que los de gran tamaño eran un signo de vulgaridad, distintivo de las prostitutas y las “malas mujeres”. Los chinos, tradicionalmente, también los han preferido discretos o inexistentes. De ahí que se acostumbraba a envolver a las jóvenes desde la pubertad en verdaderos chalecos de fuerza. En el siglo XIV se desarrolló en Europa la moda de los grandes pechos, acentuados por talles tan marcados que los llevaban hasta una posición casi horizontal, como si se tratara de una repisa.

Algunas mujeres adoptaron procedimientos extremos para aumentar el tamaño de sus pechos. Es el caso de las abisinias, que se dejaban picar los senos por abejas, lo que incrementaba tres o cuatro veces sus dimensiones. En otras partes de África la moda fueron los pechos pendulares: las mujeres de la tribu nadi los achataban artificialmente colgándoles leños, y las bagandi de África central empleaban pesos para alargar sus medidas.

Lo que ellos quieren

Se han hecho encuestas que lo revelan: el porcentaje de hombres heterosexuales que se sienten atraídos por los pechos grandes es similar al que se inclina por los pequeños. En igual medida están los que el tema les resulta indiferente o se fijan más en otras características del cuerpo femenino. Sin duda, la mitología popular que adhiere al “cuanto más grande, mejor”, recibe la fuerte influencia de los medios de comunicación que suelen presentar este rasgo como paradigma de lo sexy. Sin embargo, muchas actrices y modelos consideradas sensuales, son bastante “planas” -Keira Knightley es un buen ejemplo- y, cada tanto, alguna arrepentida vuelve a ingresar al quirófano para quitarse lo que se puso años atrás.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.