La cuestión del tamaño

17 Sep 2016
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La cuestión del tamaño

¿Qué hombre no ha puesto alguna vez el foco de atención en el tamaño de su pene? Tal es la importancia que se le da a esta característica física, que no es exagerado decir que no existe un varón que, al menos en algún momento de su vida, no se haya preguntado por la “normalidad” de sus medidas.

Los que dan testimonio de esta típica inquietud masculina son los médicos urólogos (aunque no sólo ellos), ya que con mucha frecuencia son consultados por hombres que acuden angustiados y temerosos de no estar adecuadamente dotados. Lo curioso es que por lo general quienes consultan tienen un tamaño que se encuentra dentro de los estándares normales (los “micropenes” no son muy comunes). En casos extremos, esta preocupación se vuelve exagerada y obsesiva, revelando una verdadera alteración de la percepción del propio cuerpo. Este trastorno se denomina “dismorfofobia” (también puede observarse en relación a otras partes del cuerpo), y es el responsable de muchas intervenciones quirúrgicas -innecesarias desde el punto de vista funcional- que realizan algunos cirujanos plásticos, para alargar o engrosar el pene.

Ellas piensan…

Como lo comprobaron hace cincuenta años William Masters y Virginia Johnson, toda la sensibilidad vaginal se encuentra en su primer tercio externo, de manera que a los hombres heterosexuales poco debería preocuparles el tamaño del pene, al menos respecto del goce femenino (más allá de que el verdadero protagonista en este sentido es el clítoris, y no la vagina).

Pero los temores masculinos no son del todo infundados: algunas encuestas revelan que un alto porcentaje de mujeres heterosexuales con educación universitaria –condicionadas ellas también por la cultura del “cuanto más grande, mejor”- piensan que las medidas del pene son importantes para el placer femenino. Al respecto, un “buen diámetro” es mencionado como lo más relevante.

Más quejas

Algunos hombres se quejan de que la vagina de su pareja es demasiado “holgada” para su pene y que eso no les proporciona placer. Como ocurre con cualquier otra zona del cuerpo, las vaginas no son todas iguales y también van cambiando a lo largo de la vida. Un buen ejercicio para el fortalecimiento del suelo pélvico son los famosos “Kegel”, que consisten en la contracción y relajación voluntaria del músculo pubocoxígeo (ese que “apretamos” cuando estamos orinando y queremos interrumpir esta acción).

Es cierto que el pene necesita ser estimulado por la fricción, pero también es un hecho que el conducto vaginal está dotado de una asombrosa elasticidad, capaz de distenderse hasta donde le es exigido y acomodarse así a todos los tamaños, ofreciendo grados similares de fricción.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.