Sexo y melancolía

25 Jun 2016
1

Sexo y melancolía

¿Por qué los seres humanos, luego de experimentar el clímax en la relación sexual -el orgasmo-, caen en un estado tan particular de relajación? Desde el punto de vista orgánico, el cuerpo vuelve a la normalidad fisiológica: todos los signos que lo habían “revolucionado” a partir de la excitación y hasta su momento culminante, recorren el camino opuesto, recuperan su estado basal, y llegan incluso a un punto de cierto adormecimiento.

A nivel psicológico, no es raro que aparezcan sentimientos sobrecogedores, con arrebatos de risa o llanto. Es común la vivencia de una alegría y unión que hace que nos mostremos más receptivos (gracias a la liberación de oxitocina, la “hormona del apego”). Sin embargo, también se ha estudiado un sentimiento paralelo, para nada infrecuente: la llamada tristesse postcoito. Una mezcla de desilusión, cansancio, anticlímax y cierta melancolía. Ya lo expresaba Galeno en el siglo II: post coitum omne animal triste est (“después del coito, todo animal está triste”).

Algunos especialistas han asociado esto a una suerte de “pérdida de sentido”. Y es que las conversaciones, las miradas, los acercamientos, las insinuaciones, roces y todo el juego de seducción previo al intercambio sexual, tenían un claro objetivo. Al cumplirse, éste se pierde y aparece entonces el vacío, casi una crisis existencial (“¿y ahora qué?”). Por algo se ha llamado al orgasmo “la pequeña muerte”.

Este desconcierto puede -o no- estar abonado con culpa y arrepentimiento. Ya sea por tabúes o represiones sexuales, a causa de la naturaleza ilícita o adúltera de la relación, o por tratarse de un vínculo que se ha desgastado y no conduce a ninguna parte.

Contrapuestos

En hombres y mujeres heterosexuales se ha estudiado la aparición de dos necesidades contrapuestas que suelen hacerse presentes en esta instancia: en ellas, la de recibir palabras y gestos de afecto; y en ellos, el deseo de estar en otro lugar, lo antes posible (aunque en los últimos años, se observa cada vez más el impulso de huida en las mujeres). Un cuadro que se da por lo general –aunque no exclusivamente- en las relaciones casuales.

Pero aún cuando hay un compromiso, no es de extrañar que se manifiesten ciertos pensamientos incómodos luego de disipado el fervor sexual, sobre todo cuando existen problemas en el vínculo que no logran resolverse o que nunca se ha abordado: “¿por qué estoy con esta persona?”, “¿hasta cuándo seguiré así?”, “¿cómo me sentiría con otra pareja?”. Si bien son vacilaciones más típicamente femeninas, en los varones también pueden darse, aunque aparezcan de manera diferente.

Comentarios

Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.