04 Jun 2016
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Sexo y pies

El sexo siempre sorprende: no son pocas, por ejemplo, las personas a quienes los pies les resultan sexualmente muy excitantes. Y les provocan una atracción que puede llegar a tal extremo que las otras partes del cuerpo –esas que suelen considerarse “eróticas”- se vuelvan para ellos prácticamente indiferentes como estímulos sexuales. Es el caso de los fetichistas del pie (o “podofílicos”). Se trata, por lo general, de varones heterosexuales, quienes se excitan al ver, oler, tocar, lamer, morder, besar, etc. esta parte del cuerpo de otra persona. A algunos de estos fetichistas les atrae también el agua con la que se han lavado los pies, y comer alimentos colocados entre sus dedos.

“Lirios de oro”

Quizás el ejemplo más extremo de esta obsesión puede observarse en la práctica china de las ataduras de los pies. Una costumbre que se impuso –gracias, se cree, a las preferencias de un emperador- durante miles de años, hasta que fue condenada por decreto imperial a comienzos del siglo XX. Para lograr los “pies de loto” o “lirios de oro”, éstos se envolvían a partir de los cinco años de edad con el objeto de reducir el futuro pie adulto hasta proporciones increíbles. Las ataduras se llevaban a cabo utilizando bandas de tela que envolvían el pie en sentido longitudinal, de tal modo que los dedos y los talones quedaban por debajo de la planta, formando así los dos bordes de un pliegue de partes blandas. Pliegue que a menudo era utilizado como una vagina: llegaron a escribirse verdaderos manuales dedicados exclusivamente a esta clase de actividad sexual. Al parecer, las mujeres con los pies así atados experimentaban sensaciones placenteras cuando se los lamían. Dadas estas costumbres, resulta comprensible que sólo el marido pudiera ver desnuda esa porción del cuerpo de su esposa.

Además de reducir el tamaño de los pies, se pensaba que su vendaje tenía otras ventajas. Al balanceo que provocaba al caminar se lo conocía como “andares de sauce” y se lo consideraba adecuado para fortalecer los músculos de las paredes vaginales. Asimismo, producía la afluencia de sangre hacia los muslos, caderas y nalgas, volviendo más voluptuosa a la mujer.

“Lencería” de pies

Aunque el fetichismo de pies no equivale al de calzado, no es raro que esta fijación se exprese también en un gran interés por los zapatos (a fin de cuentas son la “ropa” que los cubre, como si fuera lencería). Los preferidos son, desde luego, los tacos altos que, por otra parte, es un hecho que estilizan el cuerpo, hacen que las piernas parezcan más largas y resaltan la forma de la pantorrilla. 

Un calzado de otro estilo eran las “poulaines”, muy de moda en la Edad Media. Eran zapatos enormemente puntiagudos que se rellenaban de musgo para que cobraran mayor rigidez. El tamaño de la puntera demarcaba la clase social y era frecuente utilizar medidas exageradas, que en muchos casos dificultaban el caminar. Se dice que una de las atracciones que despertaba el adoptarlos era la posibilidad de mantener contactos secretos por debajo de las mesas: parece que algunos osados, durante los banquetes, los metían bajo el vestido de una cortesana, buscando un objetivo muy preciso.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.