Animales y sexo II

21 May 2016
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Gene Wilder

Sobre la atracción sexual hacia los animales -“zoofilia” o “bestialismo”- abundan todo tipo de referencias. En la Antigua Roma, por ejemplo, era frecuente que el pueblo presenciara espectáculos donde hombres y mujeres eran capturados y expuestos a animales que habían sido adiestrados para copular con humanos. Y en el Antiguo Egipto una secta propiciaba la celebración de orgías con machos cabríos como parte de los ritos de fertilidad. Incluso Herodoto llegó a dar testimonio de que algunos egipcios tenían relaciones sexuales con cocodrilos, en la creencia de que les traería buena suerte. Otro dato curioso proviene de la India, donde había sectas que consideraban que el sexo con animales sagrados era un acto piadoso.

Sin embargo, estas conductas han sido condenadas por la mayoría de las sociedades. El Antiguo Testamento las prohíbe explícitamente: “Ninguno yazca con una bestia ni se mancille con ella; ninguna yazca bajo un animal: todo ello es confusión”. Sanciones similares figuran en el Talmud y en la ley islámica. Es probable que esto obedezca al temor de que el cruce entre especies genere mezclas extrañas, animales monstruosos.

Al respecto, quizás el mito más conocido es el del “Minotauro”: Pasífae, la esposa de Minos, el rey de Creta, se enamoró de un toro sagrado e hizo que un arquitecto –Dédalo- le construyera una vaca hueca, para introducirse en ella y seducir al animal. De esta unión nació el Minotauro, extraña criatura, cabeza de toro y cuerpo de hombre. Fue escondido en un laberinto donde, cada siete años, debían serle ofrecidos en sacrificio catorce jóvenes vírgenes -siete varones y siete mujeres-, para saciar su apetito de carne humana.

Cine, teatro y… Kinsey

En el cine, un capítulo inolvidable sobre el “amor a los animales” figura en “Todo lo que usted siempre quiso saber sobre el sexo (y no se atrevió a preguntar)”, de Woody Allen. Una de las siete historias que integran la película es la de un médico gris y aburrido –interpretado por el genial Gene Wilder-, quien se enamora perdidamente de una oveja armenia. 

Entre las producciones eróticas argentinas, “Fiebre”, de Armando Bo, es referencia obligada de zoofilia: allí Sandra, la protagonista -encarnada por Isabel Sarli- gozaba recordando la virilidad de un caballo. Y en el teatro, “La cabra o ¿quién es Sylvia?”, del norteamericano Edward Albee (que en nuestro país interpretó Julio Chávez), expone el conmovedor drama de Martin, un prestigioso arquitecto, padre de familia, quien guarda en secreto el amor intenso y profundo que siente por Sylvia, una cabra.

Las investigaciones del sexólogo norteamericano Alfred Kinsey, allá por los años 40, revelaron que el 17% de los hombres que vivían en zonas rurales habían tenido alguna vez contacto sexual con animales. De hecho estas conductas no son tan infrecuentes en púberes y adolescentes varones o en adultos que han estado aislados durante largo tiempo.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.