Sexualidad femenina

13 Mar 2016
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Sexualidad femenina

Una vez más, el 8 de marzo fuimos testigos de numerosos manifiestos y proclamaciones celebrando la histórica lucha de las mujeres por la igualdad de derechos y por su participación en el mundo laboral y social. Una reivindicación que, desde luego, continúa, dado los múltiples ámbitos en los que aún persisten la discriminación, los prejuicios, las injusticias, el sometimiento y la violencia hacia las mujeres. La sexualidad, como es sabido, es uno de los terrenos más representativos en los que esta disparidad se despliega. Así, una gran cantidad de creencias erróneas todavía circulan, peligrosamente, como verdades.

Un clásico ejemplo es el que sostiene que “el deseo sexual de las mujeres es más bajo que el de los varones”. Este prejuicio es uno de los principales responsables de que infinidad de mujeres –de todos los tiempos- por temor a ser vistas como poco femeninas o, incluso, anormales o pervertidas, hayan reprimido sus deseos. Y también explica la desconexión de muchas con su cuerpo (con las consecuencias que esto tiene en relación al disfrute sexual), unida a la aceptación del mandato de complacer al varón (“para que no vaya a buscar afuera…”).

Se trata de una de las tantas expresiones de una cultura machista de la que mucho se habla y que sin embargo todavía estamos muy lejos de superar. Es un hecho, por ejemplo, que la doble moral sigue gravitando en demasiadas personas. ¿Cuántas veces hemos escuchado la implacabilidad de los juicios contra una mujer que ha sido infiel a su marido? ¿Y cuántas veces, esas mismas voces, hacen la vista gorda y hasta toman a broma el asunto cuando el que miente es el hombre? Ni qué hablar de la masturbación, la edad y las circunstancias de la “primera vez”, el sexo sin compromiso o el número de parejas sexuales. Es notable lo naturalizado que está el que, al considerar estas cuestiones, “no es lo mismo” si se trata de María que de Juan.

La culpa de Freud

Además del machismo imperante, la tradición psicoanalítica ha hecho su parte en la construcción de esta falacia de la inferioridad sexual de la mujer: la distinción freudiana entre orgasmo “clitoridiano” y “vaginal” –donde, previsiblemente, consideró inmaduro al primero y “normal” al segundo- colaboró a que muchas se sintieran avergonzadas e inadecuadas por no poder llegar al clímax durante el coito.

Lo que sí puede afirmarse –lo han comprobado numerosas investigaciones científicas- es que la respuesta sexual femenina difiere de la masculina en la posibilidad que tenemos las mujeres de experimentar orgasmos múltiples, siempre que la estimulación sea adecuada, que exista interés sexual y que la excitación no haya descendido por debajo de la fase de meseta (momento en que se mantiene en un nivel constante y alto). Los hombres, en cambio, luego de la fase final, de resolución, entran en el llamado “período refractario” (de duración variable), por el cual son fisiológicamente incapaces de responder a un nuevo estimulo erótico. Por otra parte el clítoris, cuya única finalidad conocida es la de producir placer sexual, no encuentra en este sentido un equivalente en la anatomía sexual masculina.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.