Peleas y sexo

09 Ene 2016
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Peleas y sexo

¿Quién no se apasiona cuando discute? Si bien es cierto que algunos temperamentos son más propensos a enfervorizarse y que existen temas más álgidos que otros (la política y la religión a la cabeza, como es sabido), casi todos ponemos bastante intensidad emocional cuando queremos defender nuestro punto de vista sobre algo que en verdad nos importa. De hecho, más de una vez hemos experimentado la conmoción física que nos genera una discusión acalorada: rubor, agitación, taquicardia, temblor, transpiración, entre otros.

Hermanos, amigos, compañeros de trabajo, padres e hijos, vecinos… estos y otros vínculos integran las partes de quienes pueden enredarse en una disputa verbal. Pero tal vez una de las relaciones más sensibles en este sentido es, lógicamente, la de pareja. Y es que cuando dos personas se quieren y tienen un proyecto en común, son muchas las cuestiones sobre las que deben ponerse de acuerdo, negociar, aprender a tolerar, etc. De manera que discutir -salvo que esto se convierta en un hábito demasiado frecuente o con tintes violentos- no necesariamente constituye un mal síntoma en una pareja. Incluso muchas rupturas se dan entre quienes, en apariencia, se llevaban de lo más bien, dado lo poco que peleaban.

Por otra parte, no es raro que esta clase de episodios derive en un encuentro sexual. El cine se ha encargado de retratar la escena cientos de veces: por algún motivo dos personajes empiezan a insultarse en una escalada creciente hasta que, de pronto y en simultáneo, ambos son invadidos por un deseo irrefrenable que los conduce al más apasionado de los encuentros. 

Riñas de amor

El Kama Sutra, antiguo texto hindú sobre erotismo, dedica varios párrafos a las “riñas de amor”: “Una mujer que ama apasionadamente a un hombre, no soporta el oír que se pronuncie el nombre de su rival, ni que se sostenga conversación ninguna sobre ella, ni ser llamada con el nombre de la otra por inadvertencia. Si tal cosa sucede, comienza entonces una gran riña: llora, monta en cólera, agita sus cabellos, golpea a su amante, cae sobre el lecho o sobre la silla, y arrojando a derecha e izquierda sus adornos, se tiende a todo lo largo en tierra”. Vatsyayana continúa: “El amante, entonces, debe intentar apaciguarla con palabras conciliatorias y, al mismo tiempo, la levantará con precaución y la pondrá sobre la cama. Pero ella, sin contestar a sus preguntas, con ira siempre creciente, doblegará la cabeza de su amante tirándole de los cabellos, y después de haberle golpeado una vez, dos veces, tres veces en los brazos, en la cabeza, en el pecho o en la espalda, se dirigirá hacia la puerta de la habitación”.

Según el sabio hindú estas peleas no son más que el prolegómeno de la unión sexual: “Al cabo de determinado tiempo, cuando ella juzgue que su amante ha dicho y hecho todo lo que pudiera por reconciliarse, le abrazará, expresándole amargos reproches, pero también dejándole ver un vivo deseo de coito”.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.