24 Oct 2015
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Hace algunos años, los investigadores estadounidenses Sheree Conrad y Michael Milburn se embarcaron en un ambicioso proyecto: averiguar qué es lo que marca la diferencia entre una vida sexual sin conflictos, gozosa y plena, y una decepcionante o incluso destructiva. Con este objetivo realizaron cientos de entrevistas en diferentes partes del mundo, a personas de toda edad, que encarnaban también una gran diversidad en cuanto a orientación sexual, situación laboral, nivel educacional, creencias religiosas, etcétera. Una de las muchas conclusiones a las que arribaron fue que, para el logro de una sexualidad satisfactoria, un elemento clave es el conocimiento de lo que denominaron el “yo sexual secreto”.

Este saber implica la personalísima tarea de familiarizarnos con nuestra propia sexualidad. Es curioso: a pesar de que la cultura popular nos viene diciendo hace varias décadas que el sexo es saludable, divertido y liberador, no es común la referencia a un hecho indiscutible: se trata también de algo extremadamente subjetivo, individual. Es decir, que cristaliza de un modo único en cada persona. Por eso resulta tan importante atrevernos a explorar qué nos excita, qué nos plantea dificultades, qué nos atrae, qué preferimos. Lo mismo que identificar patrones en nuestros deseos, necesidades y temores. E incluso tomar conciencia de aquellas experiencias traumáticas que pueden estar condicionando nuestras actitudes y comportamientos sexuales.

Conrad y Milburn estimaron el yo sexual secreto como uno de los aspectos más valiosos de nuestra personalidad. ¿Por qué? Porque representa un mapa de ese paisaje interno no siempre reconocido, de los conflictos emocionales inexplorados y de los prejuicios que todos en más o en menos tenemos en relación a nosotros mismos y a nuestro cuerpo. Alberga, en gran medida, la verdad capaz de hacernos libres para poder disfrutar cada vez más a nivel sexual.

Nuestra historia

Son muchos los caminos que pueden acercarnos al yo sexual secreto: desde la psicoterapia en sus muchas versiones, pasando por los grupos terapéuticos, la literatura de autoayuda o la meditación, entre otros.

Todo puede sumar, de diferente manera, para enriquecer esa fascinante aventura que es el autoconocimiento. Un buen comienzo es destinar un tiempo a escribir la propia historia sexual, al estilo de un diario íntimo. Esto es, desarrollar un relato sobre nuestras vivencias sexuales: los recuerdos infantiles, los primeros mensajes recibidos en la casa, la escuela, el grupo de amigos.

También lo referente a la masturbación, al descubrimiento de esas primeras sensaciones corporales de excitación y, desde luego, al debut y a las posteriores experiencias sexuales significativas. Siempre describiendo los sentimientos y pensamientos que cada una de estas circunstancias generaron. La idea es dejarse llevar y simplemente escribir lo que salga, sin detenerse a cuestionarlo o a juzgarlo. 

El hecho de ver escrito en un papel –o en la pantalla de la computadora- un relato sincero de nuestro itinerario erótico vital puede ser más sorprendente de lo que imaginamos. Y, por lo mismo, quizás sea el primer paso para modificar aquello que nos está generando sufrimiento.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.