01 Ago 2015
1

es.forwallpaper.com

Definir al ser humano no es tarea fácil. Lo prueba la inmensa variedad de teorías que integran las diferentes ramas de las ciencias humanas. Porque, ¿quién se atrevería a pensar que es posible comprender, desde un solo ángulo, una realidad tan compleja? Existe, sin embargo, cierto consenso en la idea de que somos una unidad biológica, psicológica, social, cultural y espiritual. Una noción que se refleja, por otra parte, en el concepto de “salud” y hasta en el plano de lo autopercibido: nos sentimos “sanos” cuando no advertimos mayores desajustes en estos cinco aspectos vitales. La sexualidad –ciertamente, una dimensión transversal- es también susceptible de ser pensada en estos términos.

La primera definición de salud sexual fue desarrollada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el año 1975. En la base de este concepto pionero se destacaban el derecho a la información, al placer, al control reproductivo y lo relacionado con la prevención de las enfermedades de transmisión sexual. Pero, a lo largo de cuarenta años, esta perspectiva se fue ampliando y reformulando para adaptarse a los muchos cambios históricos, políticos y sociales que sobrevinieron desde entonces.

Conforme al criterio más actual de la OMS, se denomina salud sexual al “estado de bienestar físico, mental y social relacionado con la sexualidad”. En efecto –y como ocurre con el concepto de salud- “no es solamente la ausencia de enfermedad, disfunción o padecimiento”. Se remarca además la importancia de “un enfoque positivo y respetuoso de la sexualidad y las relaciones sexuales, así como la posibilidad de obtener placer y experiencias sexuales seguras, libres de coerción, discriminación y violencia”. Este y otros organismos que se ocupan rigurosamente de la salud pública a nivel mundial, resaltan una condición para el logro y el mantenimiento de la salud sexual: que “los derechos sexuales de todas las personas sean respetados, protegidos y ejercidos con plenitud”.

La Organización Panamericana de la Salud se refiere a la salud sexual como “la experiencia del proceso permanente de consecución de bienestar físico, psicológico y sociocultural relacionado con la sexualidad”. Por su parte, la Asociación Americana de la Salud Sexual, considera como ejercicio sano de la sexualidad a “la capacidad de aceptar y disfrutar de nuestra sexualidad a lo largo de nuestras vidas”.

Resulta difícil identificarnos plenamente con estas aproximaciones teóricas. Si bien atendibles, de alguna manera están condenadas a parecernos insuficientes: así como el ser humano, la sexualidad –y por lo tanto, la salud sexual- siempre conserva algo de enigmático, de misterio insondable, no exento de contradicciones y paradojas, que todas las definiciones juntas no pueden abarcar.

Comentarios

Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.