Anticoncepción

09 May 2015
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Desde que el ser humano supo que el acto sexual estaba vinculado con el embarazo, intentó encontrar la mejor manera de prevenirlo. Sin embargo, y aunque los avances al respecto son notables, la búsqueda del anticonceptivo ideal -totalmente inocuo, de fácil empleo, barato y 100% seguro- todavía continúa.

Mientras tanto, el abanico de métodos que la ciencia ha desarrollado -y aún se esfuerza en perfeccionar- es muy amplio y variado: anticonceptivos de barrera (preservativos masculino y femenino, diafragma), hormonales (pastillas, inyecciones, implantes subcutáneos, parches), intrauterinos (el DIU, que tiene también una versión con liberación de hormonas), quirúrgicos (ligadura tubaria, vasectomía) y aquellos basados en el conocimiento del ciclo  femenino (teniendo en cuenta el calendario, la temperatura basal, el moco cervical, etc.).

Estos métodos pueden utilizarse desde la primera relación sexual y durante toda la vida fértil de la persona. Pero -y como nunca parece estar de más reiterarlo- sólo el preservativo protege también contra las infecciones de transmisión sexual y el VIH/Sida. Por eso es recomendable su uso en todas las relaciones, salvo que exista la certeza de estar frente a un/a compañero/a sano/a y exclusivo/a.

Un derecho

Es evidente que para poder elegir cómo cuidarnos, debemos estar informados: saber cómo funciona cada método, su nivel de eficacia, los esfuerzos que implica un uso correcto, los síntomas o situaciones “de alarma” que se deben atender, los riesgos y beneficios para la salud, y lo referido a las posibilidades de reversibilidad (es decir, de retorno a la fertilidad una vez interrumpido el método). Acceder a un asesoramiento de calidad, es decir, con un lenguaje comprensible y basado en hechos científicos -y no en las opiniones personales ni en las convicciones religiosas o ético-morales del que asesora- constituye un “derecho reproductivo”, desde hace tiempo reconocido dentro de los derechos humanos más básicos. 

Curiosamente, a más de cincuenta años de la revolución sexual y de la invención de la píldora (paradigma de la liberación femenina), el debate sobre la anticoncepción todavía continúa. O mejor dicho, languidece, sin la hondura y el rigor que el tema reclama: anacrónico, obsoleto, plagado de mitos y errores muy incrustados, que nada tienen que ver con la evidencia científica y que no hacen más que confundir. Y, lo que es peor, poner en peligro a las personas, impidiéndoles su legítimo derecho a disfrutar, sin exponerse a situaciones no deseadas.

La elección reproductiva es, al fin y al cabo, una decisión personalísima, absolutamente íntima, responsabilidad de cada persona o pareja. Por lo mismo, debe estar basada en los propios criterios, costumbres y convicciones.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.