Traumas sexuales

02 May 2015
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El número de personas - sobre todo mujeres- que han sufrido uno o más episodios de abuso sexual durante la niñez es dramáticamente elevado. De hecho, se trata de una vivencia que aparece una y otra vez en la consulta psicoterapéutica. Sin embargo, en la vida adulta de quienes las han padecido, los efectos de estas experiencias difieren de manera notable.

Algunas mujeres no soportan pensar o hablar sobre lo sucedido. Otras lo han olvidado o tienen un recuerdo muy vago, como una forma de protegerse de la angustia. Están las que necesitan dedicarle un buen tiempo a contar lo que pasó, escribirlo en un diario, revelarlo a personas significativas y, por supuesto, trabajarlo en terapia. Y existen también mujeres que recuerdan un abuso, pero no lo ven como algo que haya tenido demasiada trascendencia en sus vidas: se desenvuelven sin problemas en el ámbito laboral y social, y se sienten razonablemente satisfechas con sus parejas. Por lo que prefieren no revisar ni evaluar la importancia de lo acontecido. Y está muy bien que así sea: una de las reglas de oro en psicoterapia es “si no está roto, no lo arregle”.

Vulnerables

Ciertas características del abuso son las responsables de la mayor vulnerabilidad que presentan algunas mujeres respecto de otras que pueden lidiar mejor con esa experiencia. Se viven como más traumáticos aquellos episodios que crearon una mayor sensación de temor, que suponían una intromisión más grande, que eran más secretos, de los que resultaba más difícil escapar y, sobre todo, en los que participaba una persona a la que se amaba y en la que se confiaba. Sin embargo, aquí –como en todo lo que atañe a la salud mental y a la vida misma- lo más importante resulta la percepción subjetiva que la persona tuvo del suceso: un mismo hecho puede ser muy perturbador y angustiante, o tener una importancia relativa o casi nula, según quien lo experimente.

No siempre es fácil determinar si las dificultades o síntomas que alguien presenta en la actualidad tienen una relación directa con el abuso vivido en el pasado. Algunos problemas de conducta frecuentes en este sentido son las disfunciones sexuales (falta de deseo, anorgasmia, dolor coital, vaginismo, fobias sexuales), la depresión, las autolesiones, el consumo de drogas y alcohol (que puede convertirse en adicción), la incapacidad para mantener relaciones de pareja duraderas, los trastornos de alimentación (anorexia, bulimia, obesidad) y los comportamientos autodestructivos en general. Trastornos que, obviamente, no son exclusivos de esta situación: alguien puede padecer uno o más de ellos sin haber sufrido abusos sexuales. Por eso es necesario ser cuidadosos en atribuir todo desajuste o sufrimiento a estos tramos de la historia infantil: puede haber otras cuestiones que expliquen lo que está ocurriendo.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.