Acoso sexual II

28 Mar 2015
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queocurre.net

El acoso sexual es una realidad con la que conviven a diario miles de hombres y mujeres en sus contextos laborales. Sin embargo, está comprobado que la más vulnerable es la población femenina. Especialmente la que se desempeña en profesiones o trabajos que involucran costumbres y horarios atípicos. Y con mayor razón si se trata de solteras, divorciadas o viudas en ambientes típicamente masculinos.

El panorama se potencia cuando a estas condiciones se suma una situación laboral inestable o desprotegida: una incorporación reciente, un contrato temporal, el trabajo en negro, inmigrantes ilegales, etc. Muchas, para colmo, enfrentan graves problemas económicos y familiares que las hacen depender aún más de sus trabajos, por lo que pueden verse obligadas a consentir estos hostigamientos por parte de quienes tienen el poder de dejarlas “a la intemperie”.

Radiografía del acosador

Aunque también existen mujeres acosadoras –en los noventa Demi Moore interpretó a una y muy temible, en la película “Disclosure”- por lo general se trata de varones, mayores de cuarenta años, casados y con una vida familiar y sexual que bien podría calificarse como “satisfactoria”. En su trabajo tienen, lógicamente, una categoría superior a la de la acosada, ya sea porque están más arriba en el organigrama de una gran empresa o porque son los dueños o encargados de organizaciones más pequeñas. Se permiten coquetear de forma ofensiva e insistente, acercarse sin motivo y hacer comentarios de mal gusto sobre la forma de vestir -y la vida sexual- de la mujer con la que se han ensañado. En el fondo, tienen una gran necesidad de autoafirmación y de control. Por eso, si se sienten rechazados en sus proposiciones, no es raro que adopten conductas groseras, arrogantes y de humillación hacia la víctima, como así también represalias más o menos solapadas.

Los psicólogos sociales han comprobado que estos hombres albergan una serie de creencias y actitudes sexistas que, para la mirada de algunos, podrían ser consideradas como positivas y hasta protectoras respecto de las mujeres. Se ha denominado a este estilo “sexismo benevolente” (“benevolente”, desde luego, a los ojos del hombre).

El psicólogo estadounidense Michael Milburn ha investigado estas cuestiones y ha constatado que con frecuencia el acoso está enraizado en una serie de sentimientos negativos que albergan sus perpetradores: resentimiento, temor, hostilidad y rechazo. Y que tienen su origen en la forma en que fueron tratados de chicos: padres bruscos, represivos, a menudo violentos, que los educaron para glorificar y someterse sin crítica a las figuras de autoridad. Así, llegan a la vida adulta sin reconocer estos sentimientos y los dirigen, en cambio, a objetos sustitutivos, menos amenazadores (como los subordinados, los hijos o las mujeres en general).

Mitos peligrosos

Los acosadores son especialmente autoritarios y suelen tener ideas muy rígidas acerca de los roles tradicionales de los sexos. Por lo mismo, es común que sean “hipervaroniles” y más proclives a pegar a las mujeres y a mostrarse sexualmente agresivos. Tanto la propensión a acosar a las mujeres en el trabajo -como su justificación para hacerlo- se relacionan además con un rasgo típico de estos individuos: la creencia en los mitos referidos a la violación.

“Ellas lo están pidiendo”, “realmente lo desean”, “se lo han buscado por provocadoras”, “cuando una mujer dice no, quiere decir sí” son algunos ejemplos de estas falacias absurdas y peligrosas.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.