Atracciones
Como todos sabemos, lo que a las personas les
resulta atractivo en términos eróticos difiere considerablemente. Aquello que a
uno “lo vuelve loco”, a otro le es indiferente y a un tercero puede producirle
hasta rechazo. Con nosotros mismos pasa: ¿o no es común que vayamos cambiando,
según pasan los años, nuestros gustos y “debilidades” al respecto?
Algunos rasgos de la atracción en una pareja pueden
predecir con bastante acierto futuras rupturas e insatisfacciones. De hecho,
con frecuencia las personas declaran haber sido víctimas de una suerte de
“atracción fatal” que terminó por conducirlos a la separación.
Hay quienes piensan que la tendencia a enamorarse fuerte y apasionadamente hace a las personas más proclives a estos desaciertos. Es decir que algunos, por temperamento, se enceguecen de tal manera que no advierten lo obvio. Sin embargo, las investigaciones revelan que, al revés del mito, el amor nunca es tan ciego. Y que, aun cuando nos sintamos perdidamente enamorados de alguien, por lo general somos bien concientes de sus defectos. Sólo que elegimos ignorarlos o autoconvencernos de que no tienen demasiada importancia para nosotros. También puede ser que, frente a determinadas características, optemos por ver únicamente su lado positivo, como quien niega el lado oscuro de la luna.
Señales…
Si nuestro enamorado –o enamorada- se muestra
excesivamente atento, solícito, romántico, comprometido y protector, no sería
de extrañar que de a poco se transformara en posesivo, asfixiante, celoso y controlador.
Algo parecido ocurre con aquellos hombres o mujeres que cautivan por su estilo
en extremo divertido, alegre, sociable, amante de las fiestas y las salidas. No
es infrecuente que, con el paso del tiempo, sus parejas se quejen de estos
hábitos –que por lo general incluyen el del alcohol- y empiecen a añorar fines
de semana tranquilos, de simplemente quedarse en casa, viendo películas.
Una manera de ser llamativamente espontánea,
impredecible y desestructurada, seductora en los comienzos, puede terminar
siendo desconcertante, errática, caótica; en suma, agobiante.
Del mismo modo que aquellas personas que muestran
tener principios y creencias muy firmes, y un carácter fuerte y decidido: en
combinación con un partener más
débil, pueden potenciar su forma de ser al extremo de lo inflexible, dominante
e impulsivo. Y a su vez, los demasiado autosuficientes y reservados, si bien
tienen el encanto del “misterio”, en ciertas circunstancias se mostrarán fríos,
desconectados y desatentos. Asimismo, las excentricidades de algunos personajes
simpáticos a veces se vuelven costumbres irritantes.
Rasgos como el de ser exitoso, responsable y trabajador resultan más que deseables. Sin embargo, exacerbados, son sólo otra
forma de nombrar a un “enfermo del trabajo” que, lógicamente, desatiende otras
áreas de su vida. Los ejemplos podrían seguir hasta el infinito. Y es que, como
decía la humorista gráfica Maitena –aunque esto vale también para los hombres-
“las mujeres nos enamoramos del Che Guevara y después queremos que se afeite la
barba”.