Historias sexuales

14 Feb 2015
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Gentileza de http://mujerde50enparo.blogspot.com.ar/

Es innegable que una comunicación sana y honesta constituye uno de los pilares de las parejas funcionales. Saber que podemos hablar con confianza sobre los propios sueños y temores, lo que pensamos y sentimos, lo que nos molesta o lo que esperamos de la relación, forma parte de la tan mentada “intimidad” que debe existir entre dos personas que se aman románticamente. Sin embargo, hay un aspecto particular de esa sinceridad que suscita conflictos e interrogantes: la historia sexual, previa a la relación, de los miembros de la pareja.

¿Es necesario decir la verdad y toda la verdad? ¿Ocultar es una forma de mentir? ¿Debemos inquietarnos si nuestra pareja se niega a hacer revelaciones sobre su vida sexual pasada? ¿Exigir total franqueza al respecto es una demanda legítima? Estas y otras preguntas por el estilo generan acaloradas discusiones en muchas parejas, controversias y debates en rueda de amigos. Y, desde luego, aparecen con frecuencia en el consultorio de los psicólogos.

Confesiones

Nadie está obligado a hacer revelaciones a su pareja –o una potencial pareja- sobre su pasado sexual, salvo que hacerlo sea necesario por estrictas razones de salud. Fuera de esto, lo que dos personas hayan hecho con su vida sexual antes de conocerse es, en realidad, una cuestión íntima, privada, que sólo incumbe a los directamente implicados. Se trata, por supuesto, de una decisión libre: muchos se declaran tan “abiertos” como para escuchar tales revelaciones sin problema (aunque éstos no suelen ser, precisamente, quienes muestran interés en indagarlas).

Los que deciden “confesarse” deben tener algo en claro: no es extraño que la otra parte se sienta, tarde o temprano, con derecho a juzgar estas conductas y actitudes pasadas. Lo cual no implica que, con la misma vara, se juzgue a sí mismo. Más aún en el caso de las parejas heterosexuales, donde el canon de la doble moral –“en ellos es comprensible lo que en ellas es inadmisible”- todavía persiste.

La privacidad

Todas las personas tenemos derecho a espacios propios y privados, literal y metafóricamente. En lo concreto tal vez el ejemplo más elocuente es el baño de una casa. Chicos y grandes sienten fastidio cuando algún integrante de la familia pretende invadirlos o “apurarlos” desde el otro lado de la puerta. De hecho, una de las primeras nociones que los padres deben enseñar a sus hijos –en lo que a educación sexual respecta- es la de “privacidad”: hay partes del cuerpo, espacios y situaciones que se deben proteger y cuidar. Son “íntimos”, pertenecen al terreno de lo “privado”.

Esta idea atraviesa muchos otros aspectos y dimensiones a lo largo de toda la vida. ¿Por qué habría de estar excluida la sexualidad? ¿O acaso hay una cláusula especial para novios/as y esposos/as?

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.