Volver al ruedo

17 Ene 2015
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Volver al ruedo

Es común que las personas, tras atravesar una separación de pareja, se pregunten cuánto tiempo deberían esperar para reintegrarse al mundo de los que no tienen compromiso. Es decir, de los que se encuentran “disponibles”. ¿Disponibles para qué? Para salir, hacer nuevos amigos, conocer gente y, por qué no, volver a enamorarse. Aunque de movida esta parezca una cuestión sencilla, no lo es. De hecho, este pasaje supone una exigencia adaptativa importante, difícil de enfrentar para muchos de los recién separados. Y es que, además de tener que lidiar con los conflictos propios de semejante crisis, el o la protagonista de este proceso debe convivir con una suerte de tribuna que, a la manera de un coro griego, observa de cerca sus pasos, los comenta y hasta los juzga, incluso en nombre de las mejores intenciones: la familia de origen, la familia política, la ex pareja, las parejas amigas, los amigos de siempre y, en primera fila si es que los hay, los hijos, por supuesto.

Una decisión personal

El sentido común dice que empezar a salir con alguien nuevo a los pocos días de una separación no es lo más conveniente. Sin embargo, estas decisiones pertenecen al terreno de lo privado: son absolutamente personales. Y nadie puede decirle a otro si está o no preparado para volver al ruedo.

Una costumbre frecuente es buscar en el afuera la aprobación para esta iniciativa, su convalidación. No es extraño: los que han salido de una relación infeliz suelen haber tenido confidentes a tiempo completo de sus desdichas. Por eso es lógico que, una vez separados, tiendan a repetir este mecanismo con aquellos familiares o amigos que los escucharon tan solícitamente. Perpetuar esta modalidad no es lo más recomendable ni lo mejor en función de recuperar la seguridad en uno mismo y la necesaria autonomía en las decisiones, propia de una persona adulta.

El duelo de la pérdida

Un proceso de duelo es esperable en estos casos, como en toda pérdida. Pero ocurre que algunos empezaron a transitar este camino mucho antes de cortar formalmente la relación. Los allegados aún no se acostumbran a la noticia y pueden sorprenderse de “lo bien que se ve” a quien debería estar deshecho/a. No advierten que la mayor cuota de sufrimiento tuvo lugar con la progresiva separación emocional que culminó con la separación física. Como es de esperar, esta categoría de recién separados es la mejor dispuesta a una rápida reanudación de la vida social.

A otras personas, en cambio, es como si la ruptura las hubiera agarrado desprevenidas y deben iniciar un doloroso e indeterminado período de aceptación recién la primera noche en que se ven durmiendo solos. Algunos tardan mucho en superar la sensación de vacío y vulnerabilidad post separación.

En el caso de que el corte haya sido repentino y traumático, suele ocurrir que los involucrados quieran ocultarse, “guardarse”, casi fóbicamente, hasta sentirse menos expuestos a la mirada de los demás. Entretanto, la sola idea de una apertura a posibles candidatos les resuena completamente ajena.

Sin embargo, hay que reconocer que no viene para nada mal salir y divertirse un poco después de todo lo que, previsiblemente, se ha sufrido… y aún se sufre. A veces es bueno limitarse a disfrutar sin culpas ni complicaciones. Por eso es importante aprender a no vivir cada salida con alguien nuevo con la expectativa de un potencial reemplazo conyugal.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.