Derechos sexuales

29 Nov 2014
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Gentileza de www.eduglobal.cl

Hasta hace unas pocas décadas, la sexualidad brillaba por su ausencia en los discursos internacionales sobre derechos humanos. Presumiblemente este silencio obedecía a una fuerte resistencia a reconocer cuestiones relativas a la diversidad sexual, cuya omisión habría mostrado una “hilacha” de lo más inconveniente. El impacto del movimiento feminista, la internacionalización del movimiento LGBT y la epidemia global de HIV/Sida configuraron factores clave para que los derechos sexuales –y los derechos reproductivos- empezaran a ser planteados y reconocidos. Vale decir contemplados, promovidos y defendidos como parte de los derechos humanos más básicos: aquellos que nos corresponden a todos, por el sólo hecho de ser personas, cualquiera sea nuestra edad, sexo, posición económica, nivel de instrucción, color de piel, idioma, opiniones políticas, etc.

El problema es que la construcción de la idea de una humanidad común y de lo que la humanidad podría abarcar en su totalidad no ha sido una cuestión sencilla. De hecho, esto ha generado –y todavía genera- muchos debates y controversias: no son pocos los que, por ejemplo, descalifican como anormales a los no heterosexuales o a quienes se identifican con un género “desafiante”. Y son estas distintas posiciones las que han sostenido numerosas injusticias, discriminaciones y actos de violencia. Si bien es cierto que hemos evolucionado bastante en este sentido, aún nos queda un largo camino por delante.

Los derechos sexuales reconocen el derecho de todas las personas a expresar su propia sexualidad –cualquiera sea su orientación sexual y su identidad de género- y a disfrutar de una vida sexual placentera, sin discriminación, sin prejuicios, sin culpa, sin presiones, sin riesgos y sin violencia. Esto implica también el derecho a decidir con libertad cuándo, cómo y con quién tener relaciones sexuales.

Los derechos reproductivos les corresponden tanto a parejas como a individuos. Aunque no son su equivalente, guardan una relación íntima con los derechos sexuales, porque dan la capacidad a todas las personas de decidir sobre su vida reproductiva. Esto es, elegir con libertad y responsabilidad si tener o no hijos y, en el caso de desear tenerlos, con quién tenerlos, el número de hijos y el espaciamiento entre sus nacimientos. Lo cual significa, lógicamente, poder acceder a información clara, completa y comprensible sobre los diferentes métodos anticonceptivos que existen. Y optar por aquel que mejor se adapte a las propias necesidades, criterios y convicciones.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.