Juegos previos

27 Sep 2014
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Juegos previos

En oposición a lo recomendable, muchas personas admiten que les dedican poco y nada de tiempo a los llamados “juegos previos”. Es decir, al despliegue de aquellas conductas que preparan el cuerpo -y el espíritu- para el acto sexual propiamente dicho. Nunca se insistirá demasiado en la importancia del “precalentamiento” para lograr encuentros satisfactorios. Y, aunque algunas veces, por diversos motivos, “la previa” no sea posible, lo usual es que esta negligencia obedezca al desgano, la rutina, la inercia, las dificultades para relajarse, acallar los pensamientos y lanzarse con creatividad a un estilo de comunicación diferente con el otro.

Darle tiempo

En el sexo, los preliminares son casi tan importantes como el plato fuerte, y a menudo determinan su calidad. Muchos varones, por ejemplo, pierden la erección en el momento menos oportuno, por haber ido demasiado rápido a “los bifes” y no tomarse su tiempo. Un porcentaje importante de mujeres, por otra parte, sólo mediante caricias y estimulación táctil puede alcanzar el orgasmo, y no con la penetración. De manera que de no ser así están condenadas a la insatisfacción.

Pero, ¿en qué consisten estos famosos juegos, tan esenciales que para muchos amantes, constituyen “lo mejor de todo”? Caricias, besos, chupones, abrazos, masajes, y todo tipo de mimos y expansiones, incluso pellizcos. ¿En dónde? Si bien hay partes especialmente sensibles –las denominadas “zonas erógenas”- en realidad, todo el cuerpo es un gran órgano sensorial. Y sexual. Y puede ser acariciado –y es bueno que lo sea- no sólo en el contexto de una relación romántica o con fines erótico-sexuales.

Acariciar implica, además de tocar con las manos, el contacto y el roce con las diferentes partes del cuerpo. Como es evidente, las posibilidades son infinitas, y el límite está dado sólo por la creatividad de los participantes. Pero se ha establecido que estos rituales suelen seguir un cierto orden progresivo: se inicia con besos y tanteos en partes del cuerpo no específicamente sexuales, y termina en la estimulación directa de los genitales. Empezar por el final nunca es recomendable: a muchos –sobre todo a las mujeres- les genera franco desagrado y el consiguiente rechazo. Del mismo modo, se aconseja empezar estas prácticas de manera suave y pausada e ir aumentando progresivamente el ritmo y la intensidad. Esto permite que las personas vayan, de a poco, tomando conciencia de las reacciones corporales (propias y del otro). Registrar esta información es fundamental para crecer en autoconocimiento y para que las parejas tengan una vida sexual cada vez más gratificante.


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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.