Te invito a salir

20 Sep 2014
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“La vida está afuera”, proclamaba una publicidad de aspirinas. Y mostraba, con mucho ingenio, que si te quedabas el fin de semana en tu casa por el dolor de cabeza o el resfrío, era muy difícil que el ansiado amor, por ejemplo, tocara a tu puerta... convenía entonces tomar la aspirina y salir al ruedo.

Por mucho que los tiempos hayan cambiado, para que se establezca una relación amorosa entre dos personas es necesario que se produzca un encuentro “en vivo y en directo”, donde ambos puedan conversar  y conocerse. Se impone organizar -o uno de ellos debe proponer- algún tipo de “salida”: un café, una comida, una “ida a tomar algo”, una película en el cine, el casamiento o el cumpleaños de un amigo, una caminata por el parque, una vuelta por el cerro. Las variantes son muchas y se han ido ampliando y descontracturando casi al infinito en las últimas décadas (no necesariamente se trata de las tradicionales “citas”). Sin embargo, y aunque  los contactos virtuales previos allanen el camino, para que un vínculo se establezca más allá de la pantalla del celular, el encuentro frente a frente es irremplazable y debe finalmente producirse.

Ser “examinados”

Es raro que una salida de estas características nos provoque indiferencia. Por el contrario, siempre resultan en alguna medida inquietantes, sobre todo si estamos interesados en la otra persona. En este sentido se parecen bastante a una situación de examen, con las posibles consecuencias positivas o negativas del “resultado” sobre nuestra autoestima. En estos momentos iniciales se produce, además, el impacto de las tan mentadas primeras impresiones (esas para las que no habrá una segunda oportunidad), condicionando nuestra decisión de propiciar o no encuentros futuros. Y, de haberlos, nos darán una pauta de cómo comportarnos en los mismos.

Para salir airosos de una primera salida, es importante poner en marcha ciertas habilidades sociales (algunas no difieren mucho de las necesarias para otro tipo de relaciones, como por ejemplo saber iniciar o mantener una conversación). En primer lugar y antes de encontrarse, las personas suelen hacer las gestiones necesarias para optimizar su aspecto físico, puesto que lo “externo” es la primera e ineludible información que daremos acerca de nosotros.

Mostrar lo mejor 

De alguna manera, la autopresentación se extiende a lo largo de toda la salida, y lo auspicioso es que sea hecha de forma positiva. Es decir, mostrando cualidades, no defectos. Y, sobre todo, desplegando aquellas virtudes que el otro puede llegar a apreciar, para así quedar “ranqueados” favorablemente en comparación con eventuales competidores. Las reacciones del otro determinan el siguiente movimiento, y así. Al respecto, tanto los varones como las mujeres suelen dar un alto valor a las personas cuando las ven independientes y seguras (también cuando son deseadas por otros). Por eso no es para nada desacertado el típico consejo de hacerse un poco “el duro” en los comienzos: aparecer muy interesado desde el principio es rara vez aconsejable. Pero tampoco es bueno ubicarse en el extremo opuesto: la mejor táctica, aseguran los expertos, es no ser ni muy apático ni demasiado entusiasta. Del mismo modo, no es aconsejable usar la salida como una sesión de terapia y mostrar de entrada los costados vulnerables. Si todo sale bien, ya habrá tiempo para que aparezcan. 

En suma, existen ciertas modalidades implícitas, determinadas por la cultura y sobre todo por la intuición en cada caso, respecto de cómo debemos comportarnos en estas situaciones. Porque cada encuentro establece su propia ley, e infringirla puede tener resultados tan negativos como irreversibles. Por eso se ha comparado muchas veces esta escena con el ajedrez y sus estratégicos movimientos de aproximación. También con el juego del “buscaminas”, donde cualquier paso en falso puede resultar explosivo.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.