Clímax sexual y mitos

06 Sep 2014
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FOTO TOMADAD DE ELMINERO.COM.MX

El orgasmo es la más breve pero intensa y culminante de las cuatro fases de la respuesta sexual. Tal vez precisamente por eso constituye uno de los principales motores del comportamiento humano. Y es que, a pesar de que su correlato fisiológico -desde los pioneros Masters y Johnson- ha sido estudiado con gran minuciosidad, el misterio de esta experiencia de características únicas sigue siendo difícil de describir con palabras. Por eso tampoco es raro que, aunque hayan pasado más de cincuenta años desde la revolución sexual, continúen proliferando los mitos y las creencias erróneas alrededor de esos gloriosos segundos. 

“Tipos” de orgasmos

Freud es quizás el principal responsable del mito de los tipos de orgasmos femeninos (de estas clasificaciones se salvaron los hombres, bajo el prejuicio de que el procedimiento para llegar al clímax masculino es siempre el mismo). El padre del psicoanálisis distinguió entre orgasmo “clitorídeo” (producido por la estimulación del clítoris), y “vaginal” (obtenido por la penetración coital). Mientras este último era el más “saludable” respecto de la evolución psicosexual, al primero lo consideró propio de las mujeres sexualmente inmaduras e infantiles. Es curioso, a pesar de que estas especulaciones han sido ampliamente rebatidas -en la excitación el organismo sigue las mismas pautas de respuesta fisiológica, cualquiera sea la estimulación- el orgasmo por penetración sigue siendo considerado, por muchos hombres y mujeres, el más normal y deseable, el “verdadero”. Algo así como “el de más categoría”.

Las otras versiones, en cambio, se miran con desconfianza. Son complementos, por lo que sin el “plato principal”, remiten a insatisfacción, a dificultad, a algo que todavía está faltando. Esto tiene, como es evidente, consecuencias muy nocivas en la vivencia de lo sexual. Porque lleva a las mujeres a sentirse mal consigo mismas, a no ser sinceras con sus parejas y a buscar el logro de un único objetivo a la hora del encuentro (lo cual por supuesto atenta contra el erotismo). Un error que conduce, en suma, a ver una disfunción donde no la hay. Si bien no existen dos experiencias orgásmicas idénticas -dependen de una combinación de factores muy complejos- y, es cierto, las personas tienen sus preferencias... es el clítoris -y no la vagina- la fuente principal del placer sexual femenino. Es decir que sin la estimulación de este órgano -de una u otra manera- no hay orgasmo posible. 

La anhelada sincronía

En innumerables películas y series televisivas -ni qué hablar de la pornografía- los orgasmos simultáneos aparecen como algo muy frecuente. Sugieren, además, que la improbable sincronicidad en esos instantes es un signo inequívoco de satisfacción, entendimiento y compatibilidad sexual en una pareja. Se trata de otro error garrafal: lo habitual es que no se produzca esta coincidencia, por muchas cuestiones, como ser el tipo de estimulación que necesita cada persona, sus tiempos, el contexto, la postura adoptada para el sexo, etc. Y esto nada tiene que ver con el nivel de satisfacción que sienten las personas. Por eso, si bien “terminar juntos” puede ser algo deseable, es totalmente absurdo ir a la cama a perseguir este -o cualquier otro- objetivo. Una actitud de este tipo no hace más que distraernos de lo verdaderamente esencial: conectarse con el propio placer y con el del otro, comunicarse de la manera más íntima, dar y recibir afecto.

“Quiero más”

Los famosos “orgasmos múltiples” de los que nos jactamos las mujeres -a diferencia de los hombres que tienen un tiempo variable de “período refractario”, en que son fisiológicamente incapaces de responder a una estimulación sexual- han conducido a muchas a trazarse metas, a esperar resultados y, en consecuencia, a sentirse frustradas. Lo cierto es que sólo alrededor de un 15% experimenta la seguidilla de orgasmos. Esto no significa que las demás sean menos sexuales ni más reprimidas o insatisfechas. Que en el sexo también puede aplicarse aquello de “sólo se vive una vez, pero si lo haces bien, una vez es más que suficiente”.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.