Excitación masculina

30 Ago 2014
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IMAGEN: LEANOTICIAS.COM

Una de las cuestiones que más preocupan a los varones es la erección del pene. Ocurre que este órgano –un órgano como cualquier otro- tiene la particularidad de estar ubicado como un apéndice que sobresale del cuerpo, “a la vista” de su dueño.

Así -para bien y para mal- ofrece a los hombres la posibilidad de monitorear, desde una observación directa, las reacciones de tan valorada porción de su anatomía. No es un asunto menor. Porque eso los induce a creer en la falsa idea de poder controlar su comportamiento: ordenarle cuándo, cómo y con quién “despertarse” (o permanecer “tranquilo”). Una pretensión en verdad delirante: la erección, un mecanismo sumamente complejo, constituye una respuesta refleja, que depende principalmente del accionar del sistema nervioso autónomo. Como su nombre lo indica, este sistema ejerce sus funciones en forma independiente de la voluntad.

En este sentido, intentar controlar la conducta del pene es tan absurdo como querer manejar las pupilas, el ritmo cardíaco o la transpiración. Paradójicamente, el miedo a no conseguir o a perder la erección es una de las principales causas de las dificultades eréctiles.

Mitos populares

La erección –al contrario de lo que postula la creencia popular- no es algo instantáneo ni obligado frente a un estímulo sexual. Además, en muchos casos, es necesario darle un tiempo para que se produzca, de modo progresivo. Y en el camino, puede alterarse, perdiéndose y volviéndose a recobrar, debido a múltiples factores externos e internos (ruidos, cambios de temperatura, pensamientos, temores, ansiedades, etc.). Por otra parte, también es erróneo creer que una erección implica la urgencia inmediata de tener sexo. Los hombres pueden experimentar estas reacciones por muchos motivos, aún no sexuales (durante el sueño, en un vehículo en movimiento, entre otros ejemplos). De manera que no se trata de una señal inequívoca de la necesidad de penetración. Este prejuicio está muy arraigado en la psicología masculina y tiene consecuencias negativas tanto para los varones como para las mujeres, en más de un sentido.

Por último, una “mayor” erección no siempre supone un mayor placer. Esta idea es consecuencia del acento que se ha puesto, al estudiar la respuesta sexual humana, en los cambios fisiológicos. No es extraño: es lo objetivamente observable y medible. Los aspectos psicológicos –que como todos sabemos, también gravitan- han quedado en cambio más difusos, menos considerados en las investigaciones. Sin embargo, sería errado suponer que las evidencias orgánicas determinan la “calidad” de un encuentro sexual. O que en todos los casos revelan lo que ocurre en el orden emocional o afectivo. Al respecto, la firmeza en la erección o la intensidad de las contracciones durante el orgasmo no determinan necesariamente el nivel de placer experimentado. Es más, en presencia de manifestaciones fisiológicas poco significativas, una persona puede experimentar una gratificación sexual muy elevada.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.