Cuarto intermedio

02 Ago 2014
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Gentileza de http://www.telemundo52.com/

Las relaciones sexuales constituyen, sin duda, una experiencia subjetiva. Es más: así como no hay dos personas que las vivencien de la misma manera, ninguna pareja podría decir que tuvo dos encuentros idénticos. Sin embargo, cuando los sexólogos norteamericanos William Masters y Virginia Johnson, allá por los 60, se abocaron a estudiar la respuesta del organismo frente a la estimulación sexual, descubrieron que en todos los casos intervienen los mismos órganos, con una actuación también similar. De este modo, el orgasmo constituye la cumbre de una serie de cambios fisiológicos que acontecen desde que comienza la excitación. Y que, inmediatamente después del clímax, se invierten de manera progresiva, involuntaria y refleja, hasta que el organismo vuelve a su estado habitual. A esta fase final de la respuesta sexual se la denomina “resolución”.

En el hombre, luego del orgasmo la erección suele disminuir rápidamente y los testículos recuperan su tamaño y su posición normal. El organismo femenino también retorna a las condiciones previas a la fase de excitación: el tamaño de los pechos disminuye lentamente y se reduce la erección de los pezones. Los genitales externos e internos de la mujer recuperan su habitual coloración, tamaño y posición, al desaparecer la vasocongestión pelviana luego de las contracciones musculares orgásmicas. 

El llamado “rubor sexual” -enrojecimiento de la piel que se observa en algunos hombres y mujeres durante la excitación- empieza a desaparecer. Y una ligera película de sudor comienza a cubrir gran parte del cuerpo. Y se relaja la tensión muscular al tiempo que la frecuencia cardíaca y respiratoria retoman su ritmo regular.

Si no se ha conseguido el orgasmo -y si la excitación ha sido intensa- puede aparecer una sensación de presión y dolor en los testículos en el caso de los varones. Y, en las mujeres, un malestar de características similares localizado en la pelvis. En ambos casos, la fase de resolución tomará algo más de tiempo.

¿Hacemos un break?

Muchas mujeres necesitan, después del sexo, un contacto corporal no sexual, como reaseguro del afecto. Caricias, besos, abrazos, palabras cariñosas. Los hombres, en cambio, suelen retraerse hacia una posición muy diferente, que les dificulta responder a los requerimientos femeninos: prefieren dormir. Esta diferencia obedece, en gran medida, a que luego del orgasmo el hombre desemboca en lo que se llama “período refractario”. Es decir, en un tiempo -variable, de acuerdo a la edad y a otros factores- de resistencia psicofisiológica a los estímulos sexuales: durante este período al varón le resulta imposible sostener una nueva erección y/o eyacular y experimentar orgasmos. Probablemente este rasgo distintivo de la respuesta sexual masculina cumpla una función de orden biológico y reproductivo: el organismo necesita volver a elaborar esperma. 

La mujer, por el contrario, tiene la capacidad de experimentar más de un orgasmo. Pero sólo si la estimulación sexual continúa o se reinicia con relativa rapidez. Es decir, antes de que sus órganos y tejidos hayan vuelto al estado de reposo. Al respecto, es importante desmitificar: la satisfacción sexual de una mujer no equivale a estar dispuesta de inmediato para una “segunda vuelta” ni a perseguir el ideal multiorgásmico.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.