Abstinencia sexual

21 Jun 2014
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Gentileza de http://www.canarias7.es/

No son pocas las personas que mantienen una vida de abstinencia desde el punto de vista sexual. En algunos casos se trata de una vocación considerada incompatible con una sexualidad activa: los sacerdotes, las monjas y los religiosos católicos, por ejemplo, que deben tomar votos de castidad.

Pero también están los que deciden –de manera más o menos voluntaria- abstenerse en virtud de otras razones. En primer lugar, no estar unidos en pareja ya es, para muchos, un límite para la actividad sexual: son los que no conciben esta práctica fuera de un marco “legal”, ya sea por cuestiones morales, religiosas, culturales o sociales. Un caso especial dentro de este grupo es el de los llamados “solterones”. Es decir aquellos hombres y mujeres cuya neurosis se cronifica en una clara dificultad para establecer vínculos afectivos y formar una pareja. Con una inercia de retracción y aislamiento erótico de larga data, en su adultez desarrollan estrategias para evitar que se acerquen potenciales compañeros sexuales: se refugian en rígidos grupos religiosos, se obsesionan con personas que no están disponibles o que son por algún motivo inaccesibles, sabotean su atractivo sexual, etc. Suelen, asimismo, juzgar con severidad la conducta sexual de los demás.

Numerosos viudos o separados –de ambos sexos- desearían volver al ruedo, pero no les resulta fácil encontrar a alguien atractivo y dispuesto a hacerlo. A partir de la sexta década, el “mercado del amor” se complica por diversos motivos, dejando a más de uno con las ganas de seguir en carrera.

Por otro lado, no es de extrañar que, a partir de cierta edad, las personas sometidas a un gran estrés o que se encuentran involucrados en una relación de pareja inestable y conflictiva, acaben por caer en la anorexia sexual.

Asimismo, los que han tenido malas experiencias –abusos en la infancia, por ejemplo- pueden sentir un fuerte rechazo frente a los estímulos sexuales y evitar activamente situaciones de este tipo. También pueden llegar a prescindir del sexo los que sienten un temor intenso a la incontinencia de sus propios deseos sexuales, por considerarlos excesivos, amenazantes o inadecuados por algún motivo (lo sean realmente o no). Otros, algo paranoicos, desconfían de la eficacia de los métodos, y se abstienen de todo contacto por temor a contraer enfermedades o a los embarazos no deseados.

Para muchas personas, las relaciones sexuales no figuran en los primeros puestos de su lista de prioridades. Su libido circula por los más diversos carriles: la cultura, el arte, la investigación científica, la consecución de proyectos e ideales. Un caso conocido es el de Mahatma Gandhi, quien optó por el celibato a los 36 años de edad, estando casado. Otro ejemplo curioso y paradójico es el de Sigmund Freud: estigmatizado como pansexualista, al parecer se retiró de las actividades amatorias con sólo 40 años, tiempo que coincide con el comienzo de la etapa más productiva en la elaboración de su teoría. En efecto, dicen que el padre del Psicoanálisis llegó a declarar: “Estoy a favor de una vida sexual infinitamente más libre aunque yo, por mi parte, he hecho muy poco uso de esa libertad”.


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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.