Sexo y corazón

12 Abr 2014
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Gentileza de http://armariovacio.blogspot.com.ar/

Desde tiempos remotos, el corazón -más que ninguna otra parte del cuerpo- reviste un simbolismo profundo. Las metáforas abundan en nuestras expresiones cotidianas, en la publicidad, las canciones y los poemas. Decimos que alguien nos “robó el corazón”, nos “llegó al corazón” o nos “partió el corazón”. De hecho los enamorados suelen apodarse mutuamente con esta palabra, sumándole a veces el posesivo: “mi corazón”. Del mismo modo, cuando nos referimos a las virtudes de una persona hablamos de su “buen corazón”, su “corazón de oro” o su “noble corazón”. Y mientras los niños tienen un “corazón puro”, a algunos adultos los sentimos “fríos” o “duros” de corazón. Estos y muchos otros ejemplos revelan que el músculo cardíaco representa para nosotros el núcleo mismo de nuestro ser, allí donde residen las emociones y los afectos en su estado más genuino.

Por todo esto, no es extraño que quienes han sufrido alguna complicación al respecto -angina de pecho, infarto de miocardio, insuficiencia cardíaca- perciban una fuerte movilización a nivel emocional, afectivo, espiritual y existencial. Al igual que otras “sorpresas” que a veces nos da el cuerpo, grandes y positivos cambios pueden generarse a partir de un evento cardíaco. Así, muchas personas mejoran su alimentación, empiezan a hacer ejercicio físico, dejan el cigarrillo, reducen el ritmo de trabajo, inician una psicoterapia, etcétera. Algunos se vuelven más amorosos, sensibles y demostrativos.

Pero también suele ocurrir que, como parte de las nuevas restricciones, la vida sexual se vea seriamente empobrecida. Es decir, que se reduzca del deseo, que aparezcan dificultades para conseguir excitación y para llegar al clímax, y que la situación derive, a fin de cuentas, en una baja significativa de la frecuencia de relaciones sexuales, cuando no en una total abstinencia. Una alteración que se explica, en primer lugar, por la reacción depresiva postinfarto, bastante común en estos pacientes. A lo que se suma -atentando también contra la respuesta sexual- la preocupación por el futuro laboral y su impacto sobre la vida familiar. Pero, sobre todo, se genera el temor de que el ejercicio físico que implica el sexo desencadene en otro episodio cardíaco.

En este sentido, es de gran importancia que los afectados cardíacos reciban información científica acerca de su readaptación a la vida sexual, para así aclarar creencias erróneas, reducir las ansiedades y los temores.

En líneas generales -salvo patologías muy severas y de alto riesgo que requieren cuidados especiales- a partir de las ocho semanas del infarto -tiempo requerido para la curación y cicatrización del tejido infartado- la persona puede comenzar a reanudar su actividad normal, siguiendo las indicaciones médicas adecuadas al caso, de forma moderada y gradual, con tranquilidad y sin excesos. 

Y esto incluye la actividad sexual, que tantos beneficios reporta a la salud física y mental.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.