15 Mar 2014
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Gentileza de http://party507.net/

La historia, rica en sorpresas, nos refiere que Cristóbal Colón no tenía intención alguna de descubrir América: buscando una ruta para llegar a las Indias, guiado por mapas rudimentarios y referencias imprecisas, equivocó el camino y se topó con estas tierras. Algo parecido ocurrió con Alexander Fleming y la penicilina: gracias a que el científico escocés se había tomado unas vacaciones y a que su laboratorio estaba por lo general desordenado y no tan pulcro –más la coincidencia de que en el cuarto contiguo se hubiera instalado un micólogo- es que pudo, en su ausencia, desarrollarse espontáneamente un hongo que resultó tener poderosos efectos antibacterianos.

Y son numerosos los hallazgos paradigmáticos en la historia de la humanidad que ocurrieron de pura casualidad.

Uno de los últimos cruciales adelantos científicos es, definitivamente, el citrato de sildenafil, más conocido como “viagra” (nombre con que el laboratorio Pfizer lo lanzó al mercado en el año 98). Esta sustancia –“la pastilla azul” como suelen llamarla- ha cambiado la vida sexual de miles de millones de personas, al brindar un tratamiento altamente efectivo para las dificultades eréctiles. Por eso se habla de una nueva revolución sexual, comparable a la que suscitó en los años 60 la píldora anticonceptiva.

Sin embargo -como ocurrió con Colón- el grupo de investigadores británicos que creó la mágica droga buscaba originalmente otra cosa: desarrollar una molécula para aumentar el riego sanguíneo del corazón como tratamiento para la llamada “angina de pecho”. Los resultados en este sentido fueron bastante pobres, pero los hombres que participaron en el proceso de experimentación reportaron unos curiosos efectos secundarios que los científicos no habían previsto. Al encontrarse con una variante tan promisoria, se abocaron a estudiar sus beneficios sobre la erección masculina.

Volver a vivir

El sildenafil contó con una rápida aceptación del público. De hecho, las ventas no tardaron en dispararse inmediatamente después de su aparición: las ganancias ascendían a los mil millones de dólares. No era para menos: en lugar de inyecciones en el pene, aparatosos infladores o bombas de vacío, la pastilla azul se ofrecía como una solución discreta y accesible para los muchos hombres que padecían dificultades eréctiles de variado origen. Y es que no se trataba de un medicamento cualquiera: el renacer sexual brinda, además, una buena dosis de juventud, de autoestima y de hombría reparada. ¿Quién se negaría a sentirse plenamente vivo?

Exitismo sexual

Aunque mucho se habla –y se bromea- sobre el radical cambio que este invento ha implicado en la vida sexual y afectiva de los adultos mayores, no son ellos sus únicos consumidores. Tampoco los que verdaderamente padecen de una disfunción sexual que ha sido diagnosticada por un profesional. De hecho ha crecido en los últimos años su uso “recreativo” en adolescentes y adultos jóvenes que quieren experimentar o asegurarse un buen rendimiento sexual (cosa que la pastilla por sí sola no puede garantizar, por supuesto). Pero es notable: el exitismo sexual característico de estos tiempos exige una performance “10 puntos”. No admite ni siquiera la consabida falla esporádica y normal, esa que “a todos nos pasa alguna vez” y que una mujer amorosa sabía comprender y restar importancia.

¿Venta libre?

A pesar de que para adquirir esta droga es necesaria una prescripción médica, en la práctica esto no se cumple. Su “venta libre” es curiosamente tolerada en todos los países del mundo y en la red proliferan las ofertas bajo diferentes nombres comerciales. Se encuentran también allí los parientes químicos del sildenafil que salieron con posterioridad para hacerle competencia. Pululan además dudosos imitadores –para los que prefieran la “onda verde” y no la azul- que se presentan como “viagra natural” o “herbal”. Como es sabido, la automedicación resulta peligrosa. Un profesional es quien debe realizar el diagnóstico y planificar un tratamiento, considerando las posibles contraindicaciones o interacciones con otras sustancias y asesorando al paciente sobre la forma más adecuada de administrar el medicamento, despejando mitos y creencias erróneas.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.