Adictos al sexo

09 Feb 2013
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En los 90, el actor Michael Douglas debió internarse en una clínica de rehabilitación para superar su conducta compulsiva con respecto al sexo. Este y otros excesos ocasionaron la ruptura de su primer matrimonio. La noticia tuvo una repercusión masiva: tenía mucho sentido imaginar al protagonista de las controvertidas "Bajos instintos" y "Atracción fatal" con este tipo de debilidad.

Tal vez fue entonces cuando el gran público escuchó hablar por primera vez del sexo como una adicción, similar a la que pueden producir las drogas o el alcohol.

A lo largo del tiempo se sumaron muchas otras celebridades a este drama: Charlie Sheen, Rob Lowe, Lindsay Lohan, David Duchovny. Hasta se especuló en este sentido sobre el ex presidente Bill Clinton, dada su incapacidad para contenerse en el salón oval con Mónica Lewinsky.

Uno de los últimos que estuvo en las noticias al respecto fue el golfista Tiger Woods, a quien su infidelidad compulsiva le costó el matrimonio y una mala racha en los torneos.

Esclavos del sexo

"Shame", película británica dirigida por Steve McQueen, muestra con brutal crudeza el vacío, la soledad y el dolor de un hombre totalmente dominado por su compulsión sexual. Y en la televisión, aunque sin profundizar en el tema, Samantha Jones de "Sex and the city" es quizás la más famosa sexoadicta.

En cualquier adicción, la persona se encuentra atrapada en un estado de sometimiento absoluto respecto del objeto de su adicción, con el cual está obsesionado.

Compulsión


En el caso del sexo, la dependencia puede estar referida a una variedad muy amplia de conductas: la relación con un compañero/a, las conquistas casuales, el sexo con prostitutas, las prácticas solitarias, la utilización de pornografía, el cibersexo. El patrón psicológico que se pone en juego en esta adicción constituye un círculo vicioso. El adicto encuentra en las relaciones sexuales -a menudo más en la "caza" y en la conquista- o en alguna otra variante de conducta sexual, un alivio temporal a su permanente sensación de vacío y angustia.

Y recurre a ellas de manera compulsiva, es decir, sin poder ejercer ninguna clase de control, e invirtiendo en esto mucho tiempo y energía (con frecuencia también dinero), aún exponiéndose a situaciones peligrosas.

La persona que padece esta enfermedad -y que muchas veces, sin ser conciente de ella, la considera un vicio- siente cada tanto repulsión, vergüenza y odio hacia sí mismo. E intenta, sin éxito y de manera también compulsiva, evitar todo contacto sexual, ejerciendo un control excesivo, que no puede sostener. Ante la imposibilidad de manejar la situación, busca de nuevo el "alivio", lo que la lleva otra vez al principio.

Esto, además de sumir a la persona en una profunda desesperación, la conduce a una pérdida de interés en las cosas no sexuales, afectando de manera significativa sus áreas vitales, donde impactan consecuencias negativas de todo tipo: pérdida de relaciones, dificultades en el trabajo, arrestos, problemas económicos, etc.

¿Y entonces?


El panorama entonces, en esta como en otras adicciones, constituye un verdadero infierno del que no se puede salir sin tratamiento.

De ahí que en los grupos de autoayuda (Sexo Adictos Anónimos en nuestro país), basados en la filosofía de Alcohólicos Anónimos, la recuperación del que sufre comience por reconocerse impotente frente un comportamiento sexual adictivo que ha llevado a que la propia vida se vuelva ingobernable.

Es el famoso "reconozco que tengo un problema": primer paso ineludible no sólo para el gran desafío que supone emprender una recuperación como esta, sino también para cualquier cambio vital orientado a lograr más salud y equilibrio para nuestra vida.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.