Los Hijos del Topo - Caín

21 Feb 2017
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Ilustración de y José Ladrönn

Algunas historias son tan poderosas que superan todos los factores que impiden que se publiquen.  Es decir, son narraciones que  rompen barreras y trascienden a otros medios considerados menores como por ejemplo el cómic. En el caso de Los Hijos del topo de Alejandro Jodorowsky y José Ladrönn, el salto se dio del cine a justamente el cómic por ese problema que sufren la mayoría de los artistas: La falta de presupuesto. No olvidemos que muchas veces ese amor por el arte y el idealismo desaparecen cuando no hay capital. Peor, pueden mutar hacia senderos más comerciales y frívolos. Por supuesto, este cómic no es el caso.  

 

El Guionista

 

Si tienen suerte y se alejan de los destinos turísticos, el día en el que viajen a Francia puede ser que Alejandro Jodorowsky les tire las cartas del tarot. Hay que esperar algunas horas a que les llegue el turno en el Café Téméraire,  pero ver con qué facilidad se sumerge en las almas de las personas a las que les tira las cartas es un espectáculo por sí mismo. Jodorowsky es un artista que  ha estudiado el tarot durante décadas y está embebido en su filosofía. Así mismo lo ha hecho con el chamanismo mexicano y, como cuenta en sus autobiografías, con la magia.
Logró combinar todos estos elementos y llevarlos a su faceta artística. También creó su disciplina controversial – como a él le gusta - la psicomagia. Por supuesto, gracias a esto terminó siendo un visionario para algunos, y un farsante para otros.
De todas formas, al  trasladar todo este conocimiento e identidad “mágica” a su faceta artística ha logrado desarrollar una identidad propia, con una impronta personalísima, A diferencia de otros guionistas-escritores como Alan Moore que se han ahondado en este mundo, Jodorowsky nunca se olvidó de lo fundamental: Las narraciones deben entretener. Por lo general sus historias son intensas, divertidas y atrapantes. Son historias que soportan y piden relecturas sean sus cómics o sus películas. 

 

La película

 

Ya desde los setenta, cuando se estrenó su primer largometraje, El Topo, demostró ser un artista único con muchísima personalidad.  En este western nos cuenta la historia de un pistolero que se enfrenta a los maestros del revolver en una búsqueda de iluminación. Esto, en realidad, es una excusa para introducir todo aquello que absorbió de la cultura y el esoterismo mexicanos antes de dar un giro muy interesante.  Estos elementos hacen que pase de ser un Spaghetti  western a una historia llena de simbolismos e imágenes grotescas. Lo suyo es tosco, hasta desagradable. Incluso sus metáforas son torpes. Sin embargo todo esto es necesario, porque lo que busca es una experiencia surrealista que tenga como eje conductor una muy buena historia que atrapa.

 

El cómic

 

Lo curioso es que lo grotesco y la identidad latinoamericana solamente aparecen en sus películas y un par de sus novelas. No en sus cómics. Allí destacan simbolismos más elaborados  y los entornos se vuelven mundos peligrosos de ciencia ficción, históricos, fantásticos. Nunca surrealistas. Es decir, sus películas tienen una identidad, sus cómics otra. En ambos medios es brillante.

Por diversos problemas y principalmente falta de presupuesto, la secuela de El Topo nunca se hizo realidad como película. Sin embargo, para un artista tan inquieto como Jodorowsky eso no supuso un impedimento.

 En su momento supo aprovechar para cómics muchas ideas y personajes de otra película truncada, Dune. Ésta fracasó en pre producción sin que se haya filmado prácticamente nada. Sin embargo supo reciclar lo mejor de este fracaso en dos obras maestras del cómic: El Incal y La Casta de los Metabarones.

En el caso de Los Hijos del Topo, Jodorowsky apuesta directamente por hacerla cómic, pero siendo lo más fiel posible a la estética del film. Desde el vamos, las primeras páginas son el final de la película y por primera vez aparecen en uno de sus cómics la identidad latina y el surrealismo en sus viñetas. También las metáforas torpes basadas en la magia pululan desde el principio. Por más que estemos leyendo un cómic, vamos a sentir la misma atmósfera surrealista de la película, en gran parte gracias al enorme talento del dibujante José Ladrönn. Cada viñeta es un storyboard con mucho detalle y cierto grado de realismo que jamás pierde la dinámica. Lo grotesco y tosco de las películas de Jodorowsky cambia por un surrealismo elegante y entornos desérticos. Por otro lado, gracias a esta maestría gráfica se hace palpable la evolución narrativa del autor. Mientras que en El Topo el ego del chileno se interponía a la doble moral del protagonista, en Los Hijos del Topo, la amoralidad y la búsqueda del ser son el eje central de la historia. Jodorowsky sabe matizar esto con escenas de acción o ese juego simbólico con la magia que tanto le gusta para no caer en ningún momento en el bodrio (como sucede con muchas historias de Alan Moore). Lo importante para este autor es transmitir su mensaje sin dejar de entretener. Claro, gracias al crecimiento que tuvo como autor va más allá del mero divertimento. Es una historia que nos absorbe desde las primeras viñetas, pero debo advertirles, es una primera parte. Van a sufrir muy mucho el “continuará” hasta que salga el próximo tomo.

 

Si no conocen la obra de Jodorowsky, este cómic supone una excelente puerta de entrada para que se sumerjan en su estilo personalísimo, lleno de misticismo y simbología, pero repito, que  jamás deja de entretener. Además los dibujos de José Ladrönn reflejan la naturaleza e identidad del film del que parte esta historia, y lo mejor. Lo estiliza y le da esa elegancia que necesita este cómic. Les aseguro, van a hacerse fanáticos de la obra de estos autores con Los Hijos del Topo. Por supuesto, es recomendable que antes miren el film.

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