The Maxx - Gran cómic

31 Dic 2016
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Portada de la edición norteamericana

Una de las noticias más impactantes a nivel historieta en Argentina fue cuando Editorial Ivrea anunció su línea de cómics -Es fácil encasillar, en realidad hace las cosas más sencillas, sobre todo en el plano editorial- En este sentido, Ivrea había quedado ligada a las publicaciones de manga, incluso cuando en sus inicios publicó títulos norteamericanos como Witchblade o The Darkness, que estaban de moda.  Esta vez,  la editorial apostó por material de calidad como Fear Agent, Oink y por supuesto, cómics de culto como The Maxx.

Hay dibujantes tan imaginativos que los géneros los limitan. Es curioso pensar que Sam Keith haya hecho un recorrido por muchos de los personajes más icónicos de Dc y Marvel como Batman y Wolverine, en las que a pesar de que su estilo de dibujo se limitaba por el género, se daba el gusto de dejar su impronta personalísima en cada viñeta. Su gran oportunidad llegó con uno de los cómics más importantes de la historia, Sandman. A pesar de que el mundo onírico le iba a permitir darle rienda suelta a su surrealismo, Keith no compartió la visión del cómic con Neil Gaiman y abandonó la serie después de finalizar la primera saga. Sandman era demasiado serio y oscuro para él. Lo suyo era una mezcla de imaginación desbordada, un toque de caricaturas, un toque de entornos urbanos, otro poco de entornos mágicos y algo siniestro. Sin dudas, para dibujar lo que él quería, debía optar por un título propio. En aquel tiempo, la editorial Image había abierto sus puertas a todos los dibujantes de moda, como Jim Lee, el infame Rob Liefeld, Tod McFarlane, entre otros. Estos individuos eran grandes dibujantes, pero pésimos guionistas, como lo pudimos sufrir en títulos como Youngblood o Wetworks. Keith en cambio tuvo la ayuda de William Messner Loebs, un guionista con el que hizo uno de los títulos más divertidos de los ochenta, Epicuro el sabio.

En medio del mar de súper héroes posando y heroínas con cada vez menos ropa, The Maxx supuso uno de los primeros cómics de autor en la editorial. Keith al fin se había dado rienda suelta para crear toda una fauna de personajes únicos, caricaturescos y peligrosos. También estaba el entorno urbano, oscuro, peligroso y sucio por el que estos seres andaban libremente. Había peleas, momentos dramáticos y por supuesto, eso tan oscuro que le dio el peso de cómic de culto a esta serie. Es aquí donde Messner Loebs hizo lo suyo. La historia de The Maxx es en realidad simple, pero la magia está en cómo está narrada. Para evitar arruinarles sorpresas, vamos por lo que es evidente desde el primer número: Los personajes principales tienen un trauma por algo muy fuerte que les ocurrió y para escapar, uno de ellos ha creado un mundo en su mente. Allí ella es la reina. El otro personaje es su protector. Sin embargo, en el mundo real, ella sigue su vida, como asistente social, mientras The Maxx sigue sumido en esa fantasía heroica. Mientras tanto, hay un personaje que intenta sacar provecho del poder de estos mundos alternativos y se convierte en el antagonista principal, Mr. Gone. Es un villano interesante, más ácido que malvado y muy carismático, incluso cuando hace las atrocidades que hace. A medida en que la trama evoluciona, vamos a descubrir qué lo relaciona a The Maxx, a Julie y cuál es ese trauma del que les hablé. Si tienen paciencia y dejan que esta serie los envuelva, van a disfrutar un cambio de protagonistas en el segundo gran arco. El guionista que le dio una mano a Keith en esa estapa, fue nada más y nada menos que el señor Alan Moore.

Si son de la generación que disfrutó MTV en los noventa, seguro van a saber quién es el personaje e inmediatamente van a intentar, repito, intentar recordar de qué trataba esa serie animada. Convengamos que no era tan simple de comprender como The Head o Aeon Flux. Como pudieron apreciar, The Maxx no fue un título fácil y había que seguir cada capítulo para estar al tanto de la trama principal. Lo bueno es que cerró el primer arco, con la historia de Julie y su Maxx.

En cuanto a la edición de Ivrea, está muy lograda a pesar del tamaño. Es gente que se esfuerza para que sus libros sean idénticos en cuanto a calidad a los originales y lo pudimos constatar en sus mangas. Sin embargo, las traducciones pecan de tener demasiados argentinismos y modismos locales que ellos justifican diciendo que si la traducción no era así, estaban censurando la obra. Es algo que en realidad es una cuestión de gustos. 

Si no les molesta el tema de la traducción, no duden en comprar The Maxx. Es uno de los mejores cómics de los noventa y una de las lecturas más inteligentes que van a tener en el año. Además, las ilustraciones de Sam Keith son brillantes. 

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