Entre tiros y risas

10 Oct 2015
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Ilustración de Carlos Vogt

Aunque usted no lo crea, puede haber humor en las historias del oeste norteamericano. Dejemos de lado al ceño fruncido de Clint Eastwood o esa sonrisa con olor a burbon de John Wayne. Pensemos mejor en términos de historieta, y más específicamente, historieta argentina. Los pistoleros e indios que pasaron por nuestras viñetas tuvieron el peso necesario para darle giros interesantes al género. Allí estaban el Sargento Kirk con sus dudas éticas, Jackaroe, el blanco que fue criado por los apaches y Mandy Riley, ese adolescente que nos hizo vivir en carne propia lo que era el día a día en el salvaje oeste. El entorno era hostil, pero había un pequeño espacio para el humor, después de todo sin risas eran historias demasiado oscuras, como Wakatanka de Oesterheld y Zanotto.

Cuando comencé a leer las primeras historietas cortas de Las Tierras del Oso de Carlos Vogt, sufrí esa sensación desagradable de “este dibujante está intentando copiar a Robin Wood” – Después de todo, había colaborado con el guionista durante décadas en clásicos de la aventura-humor como Mi Novia y Yo y Pepe Sánchez. Era lógico pensar que ese humor woodiano iba a quedar impregnado en la narrativa de Vogt. Allí estaban los chistes inocentes y los personajes que eran ligeramente estúpidos y simpáticos a la vez. Esto repercutía en los diálogos, donde abusaba de los chistes fáciles y forzados.  Además tenía un vicio que hacía mucho ruido: buscaba un remate en la última viñeta, incluso cuando la historia ya había terminado. Un recurso para nada efectivo. A la cuarta o quinta historia, Vogt recordó que es un gran profesional y cambió su forma de encarar tanto la narrativa como la construcción de personajes. Hizo algo arriesgado: decidió ser fiel a sí mismo.

El humor seguía presente, pero no en un primer plano. Lo que importaba eran los personajes y un mejor trabajo en los diálogos. Al sacarles los chistes innecesarios, mejoraron notablemente sin perder ese humor o simpatía que son marca de este artista. No olvidemos que Vogt es un gran dibujante de historietas. Su estilo puede parecer simple, pero es un maestro en el manejo de las expresiones y sobre todo, algo que tienen pocos, sabe reflejar perfectamente lo que quiere en cada viñeta. Sus historias fluyen con mucha naturalidad, y tienen algo que se da en muy pocos artistas, logra contextualizar y definir personajes en viñetas. Es impresionante como en las doce páginas de estas historietas nos sumerge sin problemas en el entorno en el que se dan las aventuras y realmente terminamos creyendo que esos personajes van seguir con sus vivencias después del fin. El único problema está en la simpleza de estas aventuras. No hay grandes giros argumentales, aunque el género tiene que ver, pecan de ser lineales pero son divertidas y fluyen con fuerza.

En Tierra de Osos van a encontrar aventuras en el oeste con indios, bandidos, cazadores de recompensas y muchos tiros. No se preocupen, salen del género porque sin dudas Vogt se divirtió y disfrutó mucho al hacerlas. También tienen esa frescura que hace falta a la historieta actual. No es una obra transcendental, pero es una lectura muy divertida que los va a desconectar un rato.   

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