La Teoría de las ventanas rotas

26 Jul 2016
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Foto ilustrativa.


La teoría de las ventanas rotas cambió la forma de tratar el problema de la criminalidad en Estados Unidos desde principios de los 80's.

La impulsaron a nivel teórico y político dos especialistas en criminología, los profesores James Q. Wilson y George L. Kelling, pero el verdadero descubridor fue un psicólogo social, el Profesor Phillip Zimbardo.

Este profesor hizo un experimento en 1969 que consistía en dejar dos autos abandonados, dos autos de la misma marca, modelo y color, y ver qué pasaba con ellos.

Al primer auto, el equipo de investigación liderado por Zimbardo, lo dejó en un barrio de Nueva York, famoso por ser bastante inseguro y habitado por gente de pocos ingresos: el Bronx.

Al otro auto lo dejó en California, en un barrio donde vivían muchos ricos y gente con estudios universitarios, en la ciudad de Palo Alto, un lugar donde vivía lo que algunos llaman “gente bien”.

Lo que pasó fue interesante: al auto del Bronx lo empezaron a destrozar a las pocas horas de haber sido abandonado. Le sacaron las ruedas, los espejos, los asientos, la radio, el motor. Y lo que no pudieron robar, lo rompieron y destrozaron. Mientras tanto, el auto dejado en Palo Alto seguía intacto.

Entonces surgió una primera conclusión que afianzaba aquella idea según la cual las causas del delito se pueden atribuir a las clases bajas, a la gente pobre y con poca educación.

Además, esa era la opinión de la mayoría de los políticos que trataban de explicar la existencia de la delincuencia en las ciudades. Así, al cabo de una semana, el auto del Bronx estaba destruido y el de Palo Alto seguía intacto.

Entonces los investigadores le rompieron el vidrio de una de las ventanillas del coche intacto, y lo dejaron así. Pero ocurrió algo sorpresivo, el vidrio roto de esa ventanilla desencadenó que a ese auto le pasara lo mismo que al otro. En poco tiempo quedó desarmado, completamente vandalizado, y en un barrio donde la gente no era pobre ni tenía poca educación sino todo lo contrario; era un barrio de “gente bien”.

Este experimento despertó algunas preguntas importantes: ¿Será que no es precisamente la pobreza la causa del delito en las ciudades sino algo que tiene que ver con la psicología social, con una condición de todos los hombres, más allá de la suerte que pueden correr al vivir en tal o cual barrio, pobre o rico?

Además ¿por qué un vidrio roto fue capaz de desencadenar una serie de conductas delictivas donde antes, cuando todos los vidrios estaban sanos, no habían aparecido? Es que la forma de actuar de las personas a este experimento fue muy parecida entre sí, incluso cuando tenían diferente poder adquisitivo y educación. De todas formas, de este experimento salió la Teoría de las ventanas rotas, años más tarde publicada por los ya mencionados James Q. Wilson y George Kelling.

La teoría dice así: “Si en un edificio aparece una ventana rota y no se arregla rápido, las ventanas restantes terminarán siendo detrozadas por los vándalos.” Es decir que una ventana rota no es solo un hueco en el edificio, sino que parece decir algo, parece enviar un mensaje, algo así como: “Miren, a este edificio no lo cuida nadie y si usted quiere puede seguir rompiendo los vidrios.”

Lo mismo ocurre en esas esquinas donde alguien arroja una bolsa de basura y nadie la levanta, ahí queda y luego pasa otro y deja su bolsa de basura y así, en unos pocos días, se convierte en un pequeño basural.

La teoría despertó en Nueva York la iniciativa por parte de unos políticos que conocían el trabajo de Wilson y Kelling, principalmente el republicano Rudolf Giuliani en su gestión como alcalde de Nueva York, y que ejecutó el plan de luchar contra el delito sabiendo de la importancia que tenía el significado del mensaje que envía cualquier ventana rota, cualquier pequeño agujero en el orden social, cualquier evasión de la regla que queda sin castigo o reprimenda.

Bajo ese concepto desarrollaron la famosa Tolerancia Cero, que ciertamente no consiste en que la policía le pegue a gente inocente o que las multas sean altísimas sin razón, sino que toda violación de la ley, por mínima que sea, debe ser penalizada de alguna manera.

Incluso un simple llamado de atención sirve para contrarrestar el efecto de abandono que significa dejar pasar esas pequeñas violaciones a la ley. Ese método bajó drásticamente los índices del delito en esa ciudad y aún hoy los sigue bajando. En cifras, Nueva York bajó el índice criminal un 77% entre 1990 y 2007, lo cual demuestra la eficacia de la teoría, aunque algunos cuestionen la importancia de la aplicación de Tolerancia Cero en la disminución del delito.

El diagrama muestra la incidencia de homicidios en Nueva York entre 1920 y 2010. (Fuente: Wikipedia)

Pero de todos modos, el primer experimento deja demostrado algo de mucha importancia a nivel cívico enunciado por la Teoría, y es que la inseguridad es también producto de una sumatoria de “ventanas rotas” que son esa multitud de pequeñas faltas en nuestras sociedades que de un modo acaso simbólico, están permitiendo o provocando que se produzcan delitos mayores. Finalmente, podemos pensar no ya en Nueva York ni en Palo Alto sino en nuestro entorno, en nuestro barrio, en nuestra cuadra, en nuestra vereda, y tratar de llamar la atención a las pequeñas faltas que cometen a diario nuestros parientes y amigos porque ahora sabemos la importancia de esos pequeños detalles.


Nota: este artículo fue publicado en el número 13 de la revista Ideítas, que dirige y edita el profesor tucumano Dr. Eduardo Rodriguez en la Universidad Nacional de General Sarmiento, provincia de Buenos Aires. 

Más información: 

https://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_de_las_ventanas_rotas

https://books.google.com.ar/books?id=fjN0AgAAQBAJ&lpg=PA223&ots=NJYMB_z8dA&dq=vandalism%20reaches%20broken%20window&pg=PA224#v=onepage&q&f=false


@Cesario

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